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Daniel Pérez Morales

Repensar Málaga


La ciudad de Málaga cuenta con una extensión de 398 kilómetros cuadrados. A su vez, la urbe, se divide administrativamente en 11 Juntas Municipales de Distritos. Si hablamos de unidades vecinales con identidad propia, es decir barrios, podríamos contar más de dos centenares sin riesgo a equivocarnos. Y es que ese sentimiento de dependencia, debido a la crianza o residencia, es vital a la hora de formar vínculos. 

 

Sin embargo, nuestra ciudad lleva años ignorando en su planificación la realidad de estos barrios. Cuando uno evoca, fuera de nuestras fronteras, la palabra Málaga, viene al imaginario colectivo exclusivamente el centro histórico, se identifica una parte con el todo. Es algo razonable. Pasa con la inmensa mayoría de las ciudades. El problema es que de idéntica forma trabaja el Ayuntamiento cuando proyecta un Plan de Recuperación para la Ciudad, acotándolo exclusivamente a esta zona. Al final, con el paso del tiempo se han ido olvidando los barrios, no se han creado redes, ni ejes de centralidad en los mismos y se han olvidado directamente de las calles donde viven la inmensa mayoría de los malagueños y malagueñas.

 

La sensación de los ciudadanos es que en los últimos años, de manera velada, se ha expulsados a los vecinos y vecinas del centro de Málaga. No hablo en exclusiva de quienes moraban esas calles, que ahora apenas se cuentan con los dedos de una mano en según que vías más o menos céntricas. Hablo también de quien las habitaba pero las frecuentaba como el que pasea por su salón. Quizá esta última palabra sea la que mejor defina lo que suponía para nosotros el centro: el salón de nuestra casa.

 

Ahora, años más tarde, nos cuesta ‘bajar’a esta zona, ahora sentimos que es el salón de otro. Y eso, de manera reduccionista, es el principal problema de nuestro centro. Se ha despersonalizado. Pero lo ha hecho a costa de unos barrios absolutamente abandonados, donde hay adoquines o farolas desde hace más de 30 años. Concretamente desde que gobernaba Pedro Aparicio. Quien muchos injustamente critican sin entender que, si no llega a ser por su labor, nuestros barrios tampoco existirían. Fue el PGOU de 1983 el que sentó las bases de la ciudad que hoy conocemos, había una idea clara de modelo de ciudad. 

 

No tengo dudas que Málaga tiene un grave problema. Su dolencia es precisamente adolecer de un modelo de ciudad más allá del centro. Aunque si me apuran, teniendo en cuenta la destrucción del patrimonio en esta área, tampoco haya modelo ahí, máxime teniendo en cuenta el derribo de La Mundial o la imposición de construir el Neo Albéniz. Los barrios no reciben inversiones, no cuentan con servicios, tampoco con zonas de expansión para garantizar la conciliación. Un ejemplo muy claro es el que vemos en Carretera de Cádiz con Cruz de Humilladero, utilizando como epicentro los terrenos de Repsol. Un espacio abierto que podría ser un revulsivo para crear una nueva centralidad de barrio en torno al proyecto de un ‘Central Park’ en esos terrenos. Sin embargo, el equipo de gobierno prefiere meter más viviendas y más coches en la zona más densamente poblada de Europa. Una absoluta barbaridad que sólo es posible cuando no hay modelo.

 

Tras 25 años de gobierno del Partido Popular y Francisco de la Torre esos problemas se han convertido en males endémicos. Y ahora, en plena crisis, cuando la caída del turismo, nacional e internacional, hace mella, esas carencias asoman evidenciando una grave dificultad en la recuperación de un entorno que hace tiempo se perdió en pro de cientos de franquicias. No se equivoquen. No criminalizo que existan esas tiendas, pero no pueden dominar una ciudad porque corremos el riesgo de ser igual que cualquier otra capital donde McDonald’s y Starbucks ocupen los sitios más privilegiados. Prefiero que nuestra gastronomía, nuestros artesanos o nuestros comercios tradicionales sean quienes protagonicen la oferta de una Málaga que sea algo más que un centro bonito.

 

Obviamente no todo está perdido. Pero si que queda mucho por hacer. Es el deber ético y moral de nuestras instituciones repensar Málaga. Integrar el modelo de una ciudad que vale más como conjunto. Debemos aprender de otras metrópolis que así lo han implementado, consiguiendo ser referentes en turismo y en pernoctaciones, aumentando las mismas, ya que quien visita esas ciudades también desea absorber la atmósfera de sus barrios. Como el que visita Nueva York y quiere andar por las calles de Harlem o Brooklyn, sintiéndose un neoyorkino más por un día. Ese es el reto de la Málaga de hoy. Definir la Málaga del mañana sin olvidar a los malagueños y malagueñas, ni olvidar sus barrios, que son los de todos y todas.

 

 

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