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Miguel Ángel Herrera Gutiérrez

Málaga, corazón que late por el flamenco


Hoy, 16 de noviembre, celebramos el Día Internacional del Flamenco, una fecha que trasciende lo conmemorativo para convertirse en una afirmación de identidad, memoria y futuro. Desde Málaga, tierra donde resuenan siglos de arte jondo, este día adquiere un significado especialmente profundo.

Hace catorce años, la UNESCO reconoció al flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Fue un gesto que confirmó lo que Andalucía ya sabía: que nuestro arte es uno de los lenguajes más poderosos y universales de la expresión humana. También nos recordó la responsabilidad colectiva de protegerlo, estudiarlo y transmitirlo.

En Málaga, el flamenco no es solo historia: es raíz viva. Nuestros verdiales, las malagueñas, las rondeñas y las jaberas mantienen encendida la llama del cante abandolao, una de las aportaciones más singulares que nuestra tierra ha hecho a la historia del flamenco. Nombres como La Trini, El Canario, Juan Breva, La Repompa, Paco de Antequera, Antonio de Canillas y La Cañeta han contribuido a situar Málaga en el mapa del arte jondo.

En estos días, el mundo flamenco lamenta la pérdida de Fosforito, fallecido a los 93 años y figura esencial del cante, referente para varias generaciones. Desde su consolidación como artista hasta su dedicación a estudiar y preservar el arte jondo, su trayectoria lo sitúa como una voz decisiva en la historia del flamenco. Fosforito fue un artista íntegro, un cantaor con una obra amplia y rigurosa, y también un transmisor generoso del conocimiento y de la memoria del cante. Su ausencia deja un vacío profundo, aunque su legado permanecerá como una guía imprescindible para quienes aman y practican este arte.

El flamenco también se aprende a través de quienes lo estudian y lo comparten con rigor. En mi trayectoria personal, mucho debo a Lourdes Gálvez del Postigo, investigadora del flamenco, historiadora del arte y cantaora. Hija del maestro Juaneque, una de las grandes voces de Málaga, Lourdes representa esa combinación de conocimiento y experiencia que enriquece este arte. Sus programas de radio Compás… y después gloria y tantas conversaciones compartidas me ayudaron a profundizar en la comprensión del flamenco. Su voz, en la palabra y en el cante, ha sido para mí una guía para entender mejor la grandeza de este arte universal. Ojalá todos encontremos en nuestra vida una voz como la de Lourdes, alguien que mantenga encendida la llama del flamenco y nos recuerde que este arte se transmite por admiración y dedicación.

El flamenco no solo nos representa a nosotros. Representa a España en el mundo. En teatros de distintos continentes, cuando un cantaor o una bailaora suben al escenario, el público reconoce un arte que forma parte de nuestra identidad cultural. Ese reconocimiento internacional también se sostiene en las aportaciones de Málaga y de sus artistas.

El flamenco es hoy una identidad compartida, una expresión que sigue viva gracias al trabajo de los artistas, de las peñas y de quienes mantienen este arte en su día a día. En nuestra provincia, los pequeños pueblos han sido y son custodios de esta tradición. Benarrabá, en pleno Valle del Genal, es ejemplo de cómo el flamenco arraiga con fuerza en comunidades pequeñas, formando parte de su vida cotidiana y de su memoria colectiva. Málaga vive el flamenco no como un recuerdo, sino como un lenguaje vivo que sigue creando comunidad.

En este Día Internacional del Flamenco, invito a toda la ciudadanía a celebrar este arte que forma parte de nuestra identidad cultural. Que siga naciendo de nuestras plazas, escenarios, escuelas y peñas. Que sigamos cuidándolo como lo que es: un patrimonio común.

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