BLOGOSFERA

María Gámez Gámez

Quitemos las cadenas que han mantenido presa en la Historia a Victoria Kent


Nada mejor para salir de la “pereza bloggera” en la que últimamente estaba, que hacerlo rescatando a uno de los personajes malagueños que más me atraen. La primera vez que oí su nombre fue por boca de mi madre, quien me habló de ella cuando yo era niña, por ser originaria del mismo barrio en que yo viví muchos años, el barrio de la Victoria (comúnmente más conocido como el barrio del “chupa y tira”, por su afición a comer almejas).

Yo residía en el número 75 de aquella calle, frente a la capilla de Calle Agua y de la churrería de Manolo, que los domingos por la mañana con su olor nos traía más bien por la calle de la amargura –que por cierto, estaba cerca-.

Me refiero a Victoria Kent, claro. Ella nació el 6 de marzo de 1892 en este barrio, donde su padre tenía una sastrería. El barrio era de comerciantes y artesanos. Dudo pues que ella tuviera mi experiencia de la churrería.

Hablando ahora algo más en serio, pienso que Victoria ha sido durante mucho tiempo maltratada por la historia, especialmente por voces feministas, que interpretaron su oposición al voto femenino casi como una traición a las mujeres. Siendo cierto que se opuso a tal cosa, he admirado su entereza para defender una postura que, cuanto menos, era digna de tener en cuenta. Victoria consideraba que la mayoría de las mujeres de la época, claramente influenciadas por el clero, tendrían un voto conservador, y ello desvirtuaría el ejercicio libre del derecho al voto. Su compañera en la Cámara legislativa, Clara Campoamor, se decantó por el voto universal pese a tal circunstancia y por ello el reconocimiento de la historia a esta segunda mujer tuvo un sentido mucho más favorable.

Creo que los méritos de esta republicana valiente son muchos y no podemos quedarnos en el recuerdo simplista de aquel hecho. La biografía escrita por Miguel Angel Villena es absolutamente recomendable, y en ella se recogen muchas de sus bondades, como lo fue su defensa a ultranza de los derechos de la población reclusa.

Uno de los gestos que más me ha llamado la atención de su vida fue el hecho de que, después de ordenar la desaparición de los humillantes grilletes entre los reos, mandara hacer un busto –que hoy sigue estando en Madrid en la Dirección General de Instituciones Penitenciarias-, fundiendo parte de esas cadenas y grilletes. Un recuerdo de que ese hierro cumplía mucho mejor fin como parte de una escultura.

Su lugar en la historia de Málaga, por fin, se ha hecho como merece esta impresionante figura. Ha sido otra mujer –valiente y malagueña como ella- la que le ha dado su lugar y reconocimiento en la ciudad como su trayectoria reclama. Me refiero a Magdalena Alvarez, que ha tenido la sensibilidad como fémina de reconocer en cada gran infraestructura de Málaga en la que ha participado, el protagonismo de mujeres de la historia de esta provincia. Lo hizo con la estación María Zambrano, y lo ha hecho con la estación de Victoria Kent, en San Andres.

Así lo hablaba yo con Magdalena aludiendo a lo injusto de que los nombres de mujeres aparecieran para denominar desastres naturales como los ciclones o tornados, o como título de explotaciones mineras. Ninguno de ellos con consideraciones positivas, qué casualidad.

Volviendo a Victoria. Ya era hora que saliera a la luz esta jurista después de estar durante siglos cuasi oculta -si despreciamos el leve y único gesto de formar parte del callejero de esta ciudad-.

En definitiva, se he ha dado un paso más para quitarle los grilletes a la historia oculta de esta fabulosa mujer.

Nada mejor para salir de la “pereza bloggera” en la que últimamente estaba, que hacerlo rescatando a uno de los personajes malagueños que más me atraen. La primera vez que oí su nombre fue por boca de mi madre, quien me habló de ella cuando yo era niña, por ser originaria del mismo barrio en que yo viví muchos años, el barrio de la Victoria (comúnmente más conocido como el barrio del “chupa y tira”, por su afición a comer almejas).

Yo residía en el número 75 de aquella calle, frente a la capilla de Calle Agua y de la churrería de Manolo, que los domingos por la mañana con su olor nos traía más bien por la calle de la amargura –que por cierto, estaba cerca-.

Me refiero a Victoria Kent, claro. Ella nació el 6 de marzo de 1892 en este barrio, donde su padre tenía una sastrería. El barrio era de comerciantes y artesanos. Dudo pues que ella tuviera mi experiencia de la churrería.

Hablando ahora algo más en serio, pienso que Victoria ha sido durante mucho tiempo maltratada por la historia, especialmente por voces feministas, que interpretaron su oposición al voto femenino casi como una traición a las mujeres. Siendo cierto que se opuso a tal cosa, he admirado su entereza para defender una postura que, cuanto menos, era digna de tener en cuenta. Victoria consideraba que la mayoría de las mujeres de la época, claramente influenciadas por el clero, tendrían un voto conservador, y ello desvirtuaría el ejercicio libre del derecho al voto. Su compañera en la Cámara legislativa, Clara Campoamor, se decantó por el voto universal pese a tal circunstancia y por ello el reconocimiento de la historia a esta segunda mujer tuvo un sentido mucho más favorable.

Creo que los méritos de esta republicana valiente son muchos y no podemos quedarnos en el recuerdo simplista de aquel hecho. La biografía escrita por Miguel Angel Villena es absolutamente recomendable, y en ella se recogen muchas de sus bondades, como lo fue su defensa a ultranza de los derechos de la población reclusa.

Uno de los gestos que más me ha llamado la atención de su vida fue el hecho de que, después de ordenar la desaparición de los humillantes grilletes entre los reos, mandara hacer un busto –que hoy sigue estando en Madrid en la Dirección General de Instituciones Penitenciarias-, fundiendo parte de esas cadenas y grilletes. Un recuerdo de que ese hierro cumplía mucho mejor fin como parte de una escultura.

Su lugar en la historia de Málaga, por fin, se ha hecho como merece esta impresionante figura. Ha sido otra mujer –valiente y malagueña como ella- la que le ha dado su lugar y reconocimiento en la ciudad como su trayectoria reclama. Me refiero a Magdalena Alvarez, que ha tenido la sensibilidad como fémina de reconocer en cada gran infraestructura de Málaga en la que ha participado, el protagonismo de mujeres de la historia de esta provincia. Lo hizo con la estación María Zambrano, y lo ha hecho con la estación de Victoria Kent, en San Andres.

Así lo hablaba yo con Magdalena aludiendo a lo injusto de que los nombres de mujeres aparecieran para denominar desastres naturales como los ciclones o tornados, o como título de explotaciones mineras. Ninguno de ellos con consideraciones positivas, qué casualidad.

Volviendo a Victoria. Ya era hora que saliera a la luz esta jurista después de estar durante siglos cuasi oculta -si despreciamos el leve y único gesto de formar parte del callejero de esta ciudad-.

En definitiva, se he ha dado un paso más para quitarle los grilletes a la historia oculta de esta fabulosa mujer.

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