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José Andrés Torres Mora

Los mercados son malos gobernantes


Al conocerse los resultados de las recientes elecciones británicas el dirigente laborista Ed Miliband declaró: «El pueblo ha hablado, pero no sabemos qué ha querido decir». De igual modo que la suma de todos los votos no da lugar a un ciudadano nuevo y poderoso que equivalga a la suma de todos los votantes, tampoco da lugar a una inteligencia colectiva de carácter superior. Por eso la democracia no es sólo un constante votar y contar votos, sino todo un conjunto de instituciones que permiten un gobierno inteligente de los asuntos públicos; es decir, capaz de tomar decisiones estratégicas, como las que nos llevan, por ejemplo, a posponer una satisfacción inmediata para alcanzar una mucho mayor pasado un tiempo.

Los empresarios y los inversores individualmente considerados son tan racionales y estratégicos a la hora de tomar sus decisiones como los votantes en una democracia. Pero a la suma de todas las decisiones de los inversores le ocurre lo que a la suma de todos los votos, es decir, que no es necesariamente ni inteligente ni estratégica. El resultado se parece más al test de las manchas de tinta que una carta de tus padres, aunque más compulsivo. Pues bien, en las últimas décadas ha proliferado una secta fundamentalista, los llamados neoliberales, que está convencida de que el mercado puro y duro es el mejor instrumento de gobierno de los asuntos humanos. Un instrumento que ha propiciado que una masa informe y poderosa, formada por una multitud de decisiones de inversión, haya puesto de rodillas a los principales gobiernos del mundo.

Desde hace dos semanas los gobiernos han tenido que cambiar una estrategia de estímulo estatal a la inversión y al consumo por una drástica reducción del déficit, como consecuencia del chantaje insoportable de los mercados sobre las deudas de sus países. Pero el mercado resultó ser el mono con la ballesta, e inmediatamente después de conseguir su objetivo de reducción del déficit, los mercados cayeron de nuevo, esta vez porque temían que un menor gasto público deprimiera el consumo y pusiera en peligro la recuperación. Los gobiernos sabían que debían soportar el miedo al déficit para no provocar que se deprimiera el consumo, pero el mercado no sabe soportar ni el miedo al déficit, ni el miedo a la bajada del consumo. El mercado no sabe soportar el miedo. Los neoliberales atribuyen al mercado una inteligencia estratégica que no tiene, el mercado persigue el beneficio inmediato con la misma ceguera que las especies persiguen el éxito reproductivo: si triunfan acaban con el medio, siempre mueren de éxito.

Publicado en La Opinión de Málaga el martes 26 de mayo de 2010

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