BLOGOSFERA

Habla, mudito
La escena protagonizada por Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España, huyendo por los pasillos y sótanos del Senado para escapar al garaje y evitar a los acechantes periodistas ya ha pasado a los anales del parlamentarismo nacional. Comentada en tertulias televisivas y radiofónicas, actitud afeada incluso por los más cercanos y proclives a la causa, hasta los blogs de comentaristas políticos habitualmente dedicados a tareas más elevadas Luis Arroyo, Antoni Gutiérrez Rubí- se hacen eco de la estrepitosa y alocada tocata y fuga de Mariano, cuya pertinaz sequía declarativa empieza a mostrar preocupantes paralelismos con el parte meteorológico.
Lo malo no es el mutismo de quien dirige este país. Lo malo tampoco es que el PP presente el borrador de una Ley de Transparencia a cuyos consejos y sugerencias permanece completamente ajeno el Presidente del Gobierno. Lo malo no es el desprecio al derecho a la información que gusta de practicar Mariano Rajoy. Lo realmente malo es que con su silencio, con su huida, consiguió que se disparara la prima de riesgo y que tuvieran que sucederse todo tipo de declaraciones tranquilizadoras de subordinados suyos para alejar el fantasma de la intervención en un día peligroso para España y amenazante para los españoles.
No es de recibo que, tras la tormenta provocada por su propia cobardía e incompetencia, Mariano Rajoy se multiplicase el miércoles para hacer declaraciones en los pasillos del Congreso y ante su propio grupo parlamentario. Y no es de recibo que se tenga tanto miedo a lo mediático. Visto lo visto y oído lo oído, no costaba tanto hacer las cosas bien, a su debido momento, en vez de salir corriendo con el rabo entre las piernas al ver un puñado de micrófonos. Así no se transmite ni seguridad ni tranquilidad. Ni a los españoles ni a los sacrosantos y terribles mercados.
En 1973, Manuel Gutiérrez Aragón dirigió su primera película, Habla, mudita. Con José Luis López Vázquez y Kity Manver, la malagueña de Antequera, un viejo profesor enamorado obraba el milagro de devolver el habla a quien no la tenía. ¿Encontrará Mariano Rajoy a su particular profesor? Por el bien de todos, esperemos que así sea.