BLOGOSFERA

El Reino del Resto de España
El concepto de nación es un concepto controvertido a poco que uno se moleste en mirar la bibliografía al respecto. Sólo algunos columnistas de extrema derecha dicen que el concepto de nación es claro, unívoco e indiscutible. Aunque eso sólo lo dicen cuando tienen que insultar al presidente Rodríguez Zapatero, y a condición de que no haya una biblioteca cerca.
Confieso aquí que tiendo a aproximarme al concepto de nación o de pueblo con la mirada de un sociólogo influido por las lecturas de juventud de las obras de Jon Elster y Raymond Boudon, dos sociólogos que podrían adscribirse a una corriente que se llama individualismo metodológico. Y como consecuencia de esas lecturas tengo una cierta dificultad para aceptar, sin un examen detenido, la existencia se sujetos colectivos que actúan como si fueran un sujeto individual.
Así que cuando veo a un diputado subirse a la tribuna a hablar en nombre de determinada clase social, pueblo o nación, no puedo evitar imaginarme la cara de sorpresa que se le tuvo que poner por la mañana, mientras se afeitaba, cuando, de pronto escuchó una voz que le decía: «Fulanitooo, Fulanitoooo, que soy yo, Cataluña (o España, o la clase trabajadora, o el partido; da igual, cada uno tiene su tema), que esta tarde, en la tribuna, no te olvides decir esto o aquello en mi nombre». No sé, a mi me pasa, y le pido a mi mujer que me lleve a urgencias. Claro que quizá las lecturas de Elster y Boudon me han inhibido los receptores holísticos y me esté perdiendo una comunicación con los sujetos colectivos, así de rápida y sencilla, que me ahorre tener que ir hablando con tantas personas, tan distintas aunque sean de la misma clase, nación o partido, para tratar de producir una propuesta coherente.
La cosa es que, el martes pasado, en el debate sobre el referéndum en Cataluña, hubo bastantes diputados y diputadas que intervinieron en nombre de sujetos colectivos nacionales. Citaré las palabras del portavoz del Partido Popular dirigiéndose a una de los tres delegados que enviaba el Parlamento de Cataluña: «Pero señora Rovira, porque usted ha querido ser cariñosa con nosotros, yo también quiero que transmita un mensaje de cariño a Cataluña de nuestra parte. Usted tiene que contar allí: España ens estima, España nos quiere. Dígaselo».
Supongo que lo correcto para un español, incluso para un nacionalista español, sería decir que el resto de España quiere a Cataluña. De hecho si se consumaran los deseos de los independentistas catalanes, España debería cambiar su nombre, y llamarse el Reino del Resto de España, porque España ya nunca sería España. Y sería bien triste que los nacionalistas españoles lo entendieran justo entonces. Un individualista metodológico recalcitrante diría: «dígale a los catalanes que el resto de los españoles los queremos». Claro que eso implicaría un programa político distinto del programa del nacionalismo, y escuchar no una, sino las múltiples voces de tanta gente diversa como la que vive en todos los territorios de España, antes de subir a la tribuna.