BLOGOSFERA
Contra los discursos de odio
Habrá quien opine que los días internacionales sólo sirvan para sensibilizar y para incorporar una preocupación o temática en la agenda política. Por lo que si hoy, tú que prestas unos minutos para esta pequeña lectura, quizás puedas ser parte de la acción transformadora que necesitamos para contrarrestar los discursos de odio que empañan la forma de vernos y tensionan la forma de relacionarnos.
Hace varias semanas veíamos como la Fiscalía de Portugal investigaba al líder de la ultraderecha por sus mensajes contra la comunidad gitana. Llevamos meses sufriendo con lo que sucede cada día en EEUU, el atropello de derechos humanos y la continúa narrativa de odio contra el diferente, catalogándolo como la amenaza o el enemigo. Y en España, sufrimos una de las ultraderechas más corrosivas y dañinas para la convivencia y para el propio sistema.
Sin duda, el aumento de estos discursos no puede inmunizarnos. Con más fuerza que nunca, deben provocarnos una reacción, como vacuna para incubarnos el activismo más humanista.
El imaginario social se construye y se “destruye”. Se “destruye” cuando hay quien intenta cambiar el marco de referencia, condicionando la interpretación de lo que sucede en nuestros días o quienes quieren construir un marco diferente para ir contra otras personas y así limitar la interacción social en un: “ellos” y “nosotros”.
De ahí la insistencia de quienes quieren hacer creer que vivimos en una sociedad diferente a la que vivimos o en la que “los otros” son una amenaza, para así justificar sus posicionamientos radicales y ataques al que ya han señalado como “contrario”.
La construcción de bulos, de mentiras disfrazadas de información, de mensajes categóricos con datos manipulados, dinamitan la convivencia y cosechan odio. Nada nuevo en la historia de la sociedad moderna, pero tan peligroso como fue en otros momentos.
El odio, el rechazo al diferente no es algo que surja de repente, es un proceso lento y en ocasiones casi imperceptible. Se comienza inoculando narrativas tóxicas, unas narrativas que aparentemente pueden parecer “inofensivas” al venir envueltas en discursos de una falsa protección ante una amenaza inventada, y siendo narrativas difícilmente perseguibles al no llegar a constituir un delito o falta. Pero en todos los casos, son narrativas y discursos que claramente no pasarían ningún filtro de tolerancia, solidaridad o convivencia.
El riesgo es cuando las narrativas tóxicas se normalizan y se asienten como discursos de odio compartidos. Discursos que estigmatizan y criminalizan a quienes forman parte de la diana a la que van dirigidos, pero que en realidad nos atacan a todos y todas y dinamitan la base de la convivencia.
La historia siempre se repite, y todo está inventado. Sólo debemos pararnos y analizar cómo se construyeron discursos de odio en el pasado y cómo manipularon realidades para atacar e ir contra colectivos que pensaran o fueran diferentes.
Y hasta aquí hemos llegado en estos momentos, con los delitos de odio creciendo en redes y espacios digitales, pero que también expandiéndose en los demás espacios de convivencia. Unos discursos de odio que aumentan cada año de forma progresiva e incluso alarmante como en 2023, con un 21% más respecto al año anterior. Unos delitos de odio infradenunciados, al ser sólo denunciados 2 de cada 10 de los delitos cometidos según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA).
En marzo de 2021 se presentó el “Protocolo para combatir el discurso de odio ilegal en línea” coordinado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, inspirado en el código de la Comisión Europea en 2016 y en la recomendación del Ministerio de Interior en su informe sobre Evolución de Delitos de Odio en España, donde incidía en “la necesaria formación, concienciación y sensibilización de todos los actores implicados en la lucha contra esta lacra delictiva” y que también “incluyen a la sociedad en general”.
Debemos ser críticos y crear conciencia, no sólo señalando y actuando contra los delitos de odio, sino que debemos ser capaces de extirpar las narrativas dañinas que nutren dichos discursos que dañan y atentan contra personas. Personas que pueden verse atacadas por su aspecto físico, por tener una discapacidad, por su procedencia, por su forma de actuar o sentir, por lo que quieren hacer con su vida o por sus creencias religiosas; todas ellas dentro de la libertad y derecho que cada uno de nosotros y nosotras tenemos, y que debemos respetar para el “prójimo”.
Porque cuando formamos parte del discurso de odio, hasta con nuestro silencio, formamos parte de quienes dañan y agreden. Por ello la acción debe acometerse desde el cambio de las narrativas dañinas sobre la migración, sobre la orientación sexual, sobre nuestras libertades o derechos como mujeres, sobre la religión que procesamos o sobre nuestro derecho a no hacerlo, sobre nuestro derecho a ser o sentirnos diferentes.
Construyamos un imaginario colectivo donde todos y todas tengamos el derecho de poder ser nosotros y nosotras mismas, donde tengamos la obligación de respetar al igual y al diferente. Donde la construcción de narrativas y discursos estén orientadas hacia una sociedad de tolerancia, respeto y convivencia.