BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

De congreso en congreso


Al final de la película Novecento, sus dos personajes principales, el campesino Olmo Dalcó (Depardieu) y el patrón Alfredo Berlinghieri (De Niro), ya muy ancianos, protagonizan una última pelea … más. Los sabios de mi época decían que aquella pelea representaba el eterno conflicto de clases en el capitalismo, y no diré yo lo contrario.

Una vez hice un viaje en avión con José Luis Rodríguez Zapatero cuando apenas se había hecho cargo de la Secretaría General del PSOE y recuerdo que una joven azafata que lo reconoció le preguntó «por qué se pelean los distintos partidos en lugar de trabajar juntos por el bien de España». Tengo la imagen de un Zapatero once años más joven que ahora explicándole amablemente que no todos los españoles están siempre de acuerdo en qué es lo mejor para el país, y que sus representantes nos hacíamos eco de esa diversidad de opiniones de nuestros representados; pero que el objetivo era llegar a un acuerdo razonable en el que nos reconociéramos la mayoría más amplia posible. Yo le hubiera puesto Novecento a aquella chica, pero era un viaje corto.

Hay gente que ve las disputas internas entre los partidos con tan malos ojos como otros ven las disputas entre partidos. Lo cierto es que la experiencia de varios milenios nos debería haber hecho ver que, cuando nos despertamos cada mañana, los seres humanos no solemos tener todos la misma opinión sobre todo. Probablemente porque vemos el mundo desde perspectivas diferentes, y no sólo porque ocupemos distintos lugares en la estructura social como les pasa a Olmo y Alfredo en Novecento, sino porque cada uno ocupa un lugar único en el mundo.

Así que, lo mismo que no todos los españoles estamos espontáneamente de acuerdo sobre lo que es mejor para el país, no todos los socialistas estamos espontáneamente de acuerdo sobre lo que es mejor para el partido. Los congresos, con sus debates y sus votaciones, son una tecnología para construir una opinión común sobre qué es lo mejor para el partido. Escandalizarse de nuestras diferencias y sobre nuestras disputas es escandalizarse de la naturaleza humana, lo cual está bien para un dios, un ángel o un extraterrestre, pero es un poco inapropiado para una persona de cierta edad.

Este fin de semana me acordé de aquella escena de Novecento en el Congreso provincial de mi partido de cara al 38 Congreso Federal. Con veinte o treinta años más, muchos compañeros, y también muchos amigos, seguíamos batallando entre nosotros con la misma pasión de antaño y algunas fuerzas menos. La diferencia con los protagonistas de Novecento es que las disputas y las alianzas en el partido son menos previsibles. Los que ayer estaban enfrentados hoy son aliados y viceversa. Lo cual lleva a comentarios que no siempre son del todo benignos.

No quiero que el cinismo me gane la partida por más años que llegue a cumplir. Me parece que la coherencia es un valor esencial en las personas, y que de la coherencia depende su crédito y hasta la calidad de su sueño cada noche. Creo, además, que la coherencia es un activo importante: uno confía más en alguien que tiene una trayectoria recta y previsible que en alguien que la tiene quebrada y zigzagueante. Sin embargo los años me han enseñado que es difícil juzgar a nadie, que hay personas a las que les ocurre que, fruto de los avatares de la historia, han tenido varias nacionalidades sin haber salido nunca de su aldea. Aunque es raro.

Así que cada vez que empiezo una batalla partidaria me acuerdo de lo que dicen que dijo Kant bajando de la lomilla: en la guerra todo está permitido, menos lo que hace imposible la paz. La verdadera épica vendrá después de los congresos, y ahí nos necesitaremos todos los socialistas, y más.

TRANSPARENCIA

Información económica sobre el PSOE de Málaga y de sus cargos