BLOGOSFERA

Yo la vi luchar
Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero muchas veces las crónicas de prensa las escriben personas con bajos sueldos y mucha prisa. Ahora vienen los duros titulares de periódico, los juicios sumarios y contradictorios de los siempre acertados analistas y tertulianos, las confusiones, las negaciones, los «ya te lo dije», y finalmente el silencio, tan sereno, tan reparador, tan digno.
Al principio me parecía imposible. Eran demasiados adversarios a los que se enfrentaba. El primero fue el intento de no dejarla presentarse porque era de otro partido. Resulta imposible ganar si, de entrada, no te dejan competir. El «protocolo de unidad», que así se llama, entre el PSC y el PSOE, se firmó cuando ella tenía seis años. Esa unidad nos ha dado al resto de los socialistas españoles un buen número de diputados en cada legislatura, sin los cuales no hubiéramos tenido mayorías de gobierno. Sin embargo algunos le pidieron los papeles, pedir los papeles a la entrada es la forma más sutil y también la más contundente de exclusión; pero ella insistió, y tuvieron que dejarla competir.
Otro partido decían algunos. El otro. También contra eso se tenía que enfrentar. Ella era etiquetada como una de los otros: una catalana. Un delegado me dijo: «Es que no me fío, es que los catalanes van a lo suyo». Me acordé de aquél otro que decía: «Aquí todo el mundo va a lo suyo, menos yo que voy lo mío». Aquel compañero pensaba como un nacionalista; no veía personas, con sus defectos y virtudes, veía caracteres nacionales. Hasta ahí llega nuestra debilidad ideológica. Ella incomodaba tanto a los nacionalistas españoles como a los nacionalistas catalanes. Los máximos dirigentes de CiU y su prensa afín tampoco la querían. Ella misma es todo un discurso insoportable para el nacionalismo, su victoria complicaba el discurso nacionalista.
Apostar a la grande y no «a la chica», «Zapatero con faldas», expresiones de dirigentes de primer nivel, de esos que tienen fácil acceso a las cámaras y a los micrófonos. También tuvo que luchar contra la misoginia. Dos días antes del Congreso aún la vi poner el lavavajillas en un tiempo récord, llevar a su hijo al colegio, acarrear cinco bolsas de víveres ante la mirada sorprendida de un viandante. Sí, es una mujer, como tantas que tienen dos jornadas, o tres si hace falta. Hasta le reprocharon que la ayudara su marido, que ya es el colmo. La vi hacer todo eso y leer informes y documentos, corregir papeles, escribirlos, organizar equipos y hacerlos funcionar, escuchar opiniones contradictorias y tomar decisiones capaces de unir a los que discrepaban, viajar, viajar, viajar. Unas veces con falda, otras con pantalón, ambos le quedan bien, y siempre, siempre, con la inteligencia y la decisión de una líder.
Con faldas y zapaterista. Es curioso, casi nadie repara en la diferencia entre los zapateristas y el zapaterismo. Los zapateristas somos los que apoyamos a Zapatero en el 35 Congreso. Como nunca hubo una doctrina formulada en ninguna parte, (todavía recuerdo las mofas sobre Pettit de algunos colaboradores de Zapatero que nunca leyeron su libro), habrá que definir el zapaterismo en virtud de las acciones de gobierno, y antes de oposición, de Zapatero y sus equipos.
Es indudable que muchas personas de los equipos de Zapatero, las más importantes, no fueron zapateristas, pero sí definieron el zapaterismo con el poder que les dio Zapatero. Pondré un ejemplo, los dos ministros de economía de Zapatero no eran zapateristas, pero si hay un zapaterismo económico será el de sus ministros, digo yo. En ese sentido ella hizo menos zapaterismo que su competidor, ella se ocupó de políticas sectoriales, y su competidor definió la orientación política general al lado de Zapatero. Hay algo que no se entiende fácilmente en todo esto: ¿Por qué los detractores de Zapatero castigan a los zapateristas apoyando a uno de los principales autores del zapaterismo? Ella luchó por la lealtad y la coherencia.
Después de haber perdido la secretaría general por un puñado de votos, siguió luchando. Aceptó el resultado y trabajó para restaurar la unidad. Y como es leal, permaneció despierta toda la noche del sábado tratando de proteger a quienes la habían ayudado. No pidió nada para ella, sólo que se contara con los más valiosos de quienes la apoyaron para el nuevo proyecto. Eran el 49% de los delegados, pero el número de los integrados en la nueva dirección dista mucho de ese porcentaje; o los que la apoyaban eran poco valiosos o era poco el espíritu de integración. La única de sus peticiones que atendieron completamente fue la de dejarla fuera a ella.
Sí, yo la vi luchar. Todos la vimos.