BLOGOSFERA

Salvador Pendón Muñoz

Hasta siempre, compañero


En el otoño de 1979 llegué a la Estación de Campanillas en el que era mi segundo destino como maestro (La Cimada, en término municipal de Ronda pero más cerca de Arriate que de la ciudad del Tajo, fue el primero) y no tardé mucho en darme cuenta de que iniciaba una etapa que determinaría parte importante del capital afectivo que he procurado aumentar cada día un poco más, ya que en este asunto nunca me ha importado ser acusado de avaro.

No tardé en conocer a Mariano Díaz porque en mi clase de primero de EGB estaba la menor de sus hijas. Pero la primera vez que lo saludé fue porque se acercó al Colegio no para interesarse sólo por Sofía sino, en su condición de directivo de la Asociación de Vecinos, por las condiciones de las aulas en las que recibían enseñanza los alumnos en edad escolar de las barriadas malagueñas de la Estación de Campanillas y Las Castañetas. Y es que esa era la manera de ser de Mariano: desprendida, vocacional en favor de quien le necesitaba, generosa siempre con sus conciudadanos.

Mariano fue concejal del Ayuntamiento de Málaga durante once años. Nunca utilizó vehículo oficial y por todo el distrito de su competencia se desplazaba con su viejo y desvencijado R-11. Recuerdo un sábado por la mañana que coincidí con él en Las Castañetas y me invitó a acompañarle en una visita que debía hacer a un centro de enseñanza pública de la barriada El Cónsul. Cuando llegamos, abrió el maletero del coche en el que llevaba una azada y un saco de abono. Se puso a quitar las hierbas a una pequeña zona ajardinada del patio del colegio, lo abonó, lo regó y se quedó satisfecho porque, según decía, además de que él lo hacía más rápido que los servicios operativos del Ayuntamiento, salía más barato. Esta anécdota se podría localizar en muchos más lugares del distrito de Campanillas y Puerto de la Torre puesto que la azada y el saco de abono en el maletero no eran anecdóticos sino la carga habitual del vehículo.

Pero no era sólo labrar pequeños jardines la labor manual que, sin corresponderle, habitualmente añadía a las obligaciones de su cargo de concejal. Si llegaba a una de las barriadas y estaban los vecinos preparando la feria, allí teníamos a Mariano colocando tableros para la caseta de feria. O echando una mano durante los fines de semana en que varios amigos y vecinos se juntaban para ayudar a construirse su vivienda a quien hasta entonces no la tenía. Si se trataba de altruismo y generosidad, Mariano nunca faltaba. Alcanzó protagonismo en la prensa cuando en las inundaciones que sufrió Málaga en 1989, él mismo se encargaba de llevar el pan y otros artículos de primera necesidad, en su coche claro, a los vecinos que se quedaron aislados por la crecida de algunos arroyos, especialmente los del diseminado de la Piedra Horadada.

Mariano era, en definitiva, un socialista. Un socialista republicano. Apenas fue a la escuela, pero no necesitó de la misma para mostrar siempre el lado auténticamente culto de la persona: el que se nutre de buscar la dignidad propia en la de todos. Porque conoció penurias de todo tipo en su infancia y juventud, empleó parte de su vida en procurar el bienestar a quien por sí solo nunca lo hubiese alcanzado. Ese fue su gran bagaje ideológico: la lealtad con su memoria y el compromiso con los más débiles. Que nadie es imprescindible es una verdad justificada en la experiencia, pero ¡cuánto vamos a echar en falta a Mariano!es de la madrugada para escuchar a Amparo Heredia. Con sus ecos me quedo, hast

TRANSPARENCIA

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