BLOGOSFERA

Una sociedad mejor
A lo largo de los años he procurado leer para aprender y formarme. No a todo el mundo le gusta la lectura, e incluso conozco a políticos y periodistas para quienes leer es todo un contratiempo. Muchos libros me han hecho disfrutar, y no pocos me han reconfortado. Sus autores no sólo han puesto a mi disposición sus conocimientos: también han contribuido con su tono a la conformación de una manera de entender la vida y la política.
De entre todos los libros leídos hasta la fecha, recuerdo siempre con especial gratitud El bien común, de Ricardo Petrella, y por supuesto Una sociedad mejor, de John Kenneth Galbraith. Dos libros memorables de máxima actualidad, ayer, hoy, siempre.
"Por pocos motivos ha sufrido más la sociedad moderna que por los excesos y errores de lo que ahora se llama la comunidad financiera", escribía Galbraith en 1996. Ya lo sabíamos. Lo recupero para saborear su estilo tranquilo y sosegado, para disfrutar con su sabiduría, para repasar los párrafos subrayados y reconfortarme una vez más entre sus páginas.
No me gusta pecar de irresponsable, y mucho menos de cínico. No practico la crítica gratuita y facilona. Si he sentido la necesidad intensa de recuperar estas lecturas ha sido por la sensación de ruindad que me ha acompañado desde la última comparecencia pública de la Ministra de Sanidad, Ana Mato y su cobarde ataque a los inmigrantes y al llamado "turismo sanitario". Con respecto al segundo elemento, la crítica puede ser razonable, aunque se basa en un informe del Tribunal de Cuentas del año 2009 y todo parece indicar que se trata de un problema de gestión que por supuesto se puede mejorar. Igual que otros problemas de gestión protagonizados por pacientes nacionales. Pero la introducción en el argumentario del "otro", del extranjero como problema, como ya alertaran Todorov o Baumann, como ya hacen a diario Marine Le Pen y toda la derecha radical europea, es un golpe bajo que no merecemos los españoles. Y con respecto a la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes sin permiso de residencia, no han sido pocos los médicos que han mostrado su malestar por una medida que atenta contra el más mínimo código deontológico de la profesión médica y de la condición de ciudadano.
Durante años, España ha necesitado de la inmigración para crecer, para prosperar. Y también para que alguien realizara los trabajos incómodos que ya no querían los españoles: las tarea agrícolas, las domésticas, las vinculadas con la dependencia, el cuidado de los mayores, la limpieza de cuerpos ajados por el esfuerzo y el trabajo de toda una vida. Cualquier informe que haya estudiado su contribución a la economía española -y puedo citar al menos cinco- demuestra que su aportación a la Seguridad Social ha sido mucho mayor de lo que han consumido, y que su uso del sistema sanitario es menor que el de la población nacional, por la edad y el perfil de quienes vinieron en busca de esa oportunidad negada en su país. Gente sana en la mejor etapa de su vida.
Todos sabemos que la crisis es brutal y que hay medidas dolorosas y necesarias que tomar. Y somos muchos los que pedimos una mayor predisposición a pensar en las personas antes que en la inflación y en los intereses del mundo financiero. Y desde luego creo que seremos mayoría los que pensamos que la salida a la crisis no pasa ni por el embrutecimiento social ni mucho menos por la aplicación de valores que suponen un retroceso de los derechos humanos. No creo que Ana Mato haya leído mucho, la verdad. Pero en este momento de la película con que se repase el Nuevo Testamento puede que me conforme.