BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

Una cuestión moral


Mariano Rajoy Brey ha comparecido por fin ante los medios españoles, en solitario, cinco meses después de su investidura como Presidente del Gobierno de España. Pero no lo ha hecho en el Palacio de La Moncloa, sino que ha elegido la sede del Partido Popular, en la madrileña calle Génova, delatando una profunda confusión entre la institución y el partido que hace un flaco favor en este momento a los intereses de España.

La insólita decisión obedece, además, a un asunto peligroso: la nacionalización de Bankia, la entidad financiera de referencia del Partido Popular, y sus efectos sobre la solvencia y credibilidad del sistema financiero español en su conjunto. Es decir, de la economía española. Un tema demasiado serio como para bromear con él o como para dejarnos llevar por la indignación sin más. Las noticias de los últimos días han vuelto a demostrar la pésima gestión que se está haciendo de todo esto, aunque de puertas para fuera debamos poner nuestra mejor cara. No es de recibo que desde el propio Gobierno de España se cuestione el papel del organismo regulador del sistema financiero (el Banco de España); no es aceptable que los propios técnicos de esta institución reclamen al Gobierno un mayor cuidado en sus afirmaciones; no es comprensible que tras pedir a la ciudadanía tremendos sacrificios se diga abiertamente que para salvar a Bankia se pondrá todo el dinero que haga falta, y no es admisible que el Estado, o sea, todos los españoles, pongamos 23.000 millones de euros sin que el PP acepte en el Congreso una tímida Comisión de Investigación sobre esta ruina que puede llevarse a todo un país por delante.

No es política, es sentido común. En pleno vendaval de recortes públicos y de penurias privadas, cuando la confianza de la ciudadanía en las instituciones y en la recuperación económica cae en picado, cuando las tertulias de radio y televisión y los programas más serios están mostrando una sociedad sostenida con alfileres, hay que dar un golpe encima de la mesa y tirar de la ejemplaridad pública. Hay que leer a Javier Gomá, y a muchos más. Aunque tampoco hace falta leer mucho para ser consciente de que ni Rato, ni sus antecesores, ni Carlos Dívar ni la shakesperiana casta judicial de este país pueden irse de rositas después del lamentable espectáculo que están protagonizando.

Porque una cosa es la situación económica y otra muy distinta es la situación moral, en todas sus vertientes. No sólo estamos presenciando la conversión de la sociedad española en una sociedad desmoralizada, más atenta, como decía ayer el diario deportivo Marca, a la lista de convocados a la Eurocopa que a la comparecencia del Presidente Rajoy. Es que estamos todos -y me incluyo- coadyuvando a que los valores morales que deben dirigir una sociedad avanzada sean simples palabras vacías a las que se lleva el viento, verdugo de lo liviano. No puede haber recuperación sin responsabilidad. No puede salir adelante este país sin que nadie asuma su papel en la quiebra colectiva de confianza en la que hemos caído.

Desde dentro siempre me ha resultado difícil entender por qué la sociedad ve a los políticos como un problema. Cada vez lo tengo más claro. El día que todo reviente, el día que los parlamentos sean ingobernables, el día que sean los extremistas los depositarios de la confianza ciudadana, nos lamentaremos y preguntaremos por qué. Pero entonces ya será demasiado tarde.

TRANSPARENCIA

Información económica sobre el PSOE de Málaga y de sus cargos