BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

Rescate


La sensación es de hundimiento. Lo dicen los hechos. Lo dicen las caras y las palabras. Lo vociferan los medios, publicados y digitales. Lo sabe la ciudadanía.

Pocas horas después de las manifestaciones del jueves, del Consejo de Ministros del viernes, de la comparecencia en el Congreso de los Diputados de Luis de Guindos, hay un clima de calma previa a la tempestad. El Gobierno de la Nación parece ausente, quizás reunido. El Presidente transmite la impresión de haber tirado la toalla. Nadie sabe a ciencia cierta en qué momento del año 2011 se creyó Mariano Rajoy que su victoria electoral bastaba, que su nombre calmaría a los sedientos mercados. Que la llegada al poder de un partido conservador llevaría consigo la inmediata ayuda y solidaridad de Alemania y de Francia. Se equivocó. De lleno. Porque no sólo no ha sido capaz de sacar a España del atolladero, sino que en pocos meses ha llevado a esta país a una de las mayores depresiones colectivas de su Historia.

¿Qué supone el rescate? En pocas palabras: un gran paso atrás para casi todos. En principio, cuando Alemania y los mercados deciden que España debe empobrecerse, estábamos hablando de un retroceso de 15 años, de una gran rebaja de sueldos y salarios para volver a ser competitivos. De renunciar a determinados aspectos del Estado de Bienestar, de revisar prestaciones y reducir, un poco, el cobro por desempleo o algunas ayudas públicas. De volver al precio del café antes de que llegara el euro.

Pero el mundo de 2012 no es el mundo del Tratado de Maastricht, no es el mundo de 1992. También a nosotros, como a Stefan Zweig, se nos ha desmoronado el mundo de ayer. Hay nuevas potencias -China, India, Brasil- y una feroz competencia mundial, nunca vista antes. Y entonces lo que se nos pide desde el núcleo de la Unión Europea es mucho más terrible y doloroso: supone un paso atrás de 40 ó 50 años, con un Estado del Bienestar residual, un sistema sanitario reducido, un sistema educativo casi reservado para las élites y una administración pública testimonial, a imagen y semejanza del paraíso ultraliberal. Con pensiones más bajas, derechos sociales recortados, menos justicia social, menos seguridad en la vida de las personas y con las redes colectivas desmanteladas. Un gigantesco paso atrás para convertir una sociedad compacta en una jungla donde impere la ley del más fuerte y donde la emigración vuelva a ser una opción manejable.

El Gobierno parece haberse rendido, pero la oposición tampoco cuenta. Atenazada entre su responsabilidad por lo sucedido y la incapacidad para generar de nuevo confianza, las encuestas pronostican un ascenso de partidos políticos que ahora sí que disfrutan del apoyo social. Los ciudadanos quieren responsabilidades, y también soluciones. Quieren propuestas, credibilidad, esperanza. Exigen cambios. La calle hierve, escriben algunos analistas. Y en los dos grandes partidos el olor a carne quemada es ya tan intenso que marea. Aunque muchos sigan sin enterarse. O sin querer hacerlo, que es peor.

TRANSPARENCIA

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