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El bulo de la feria
Un gracioso propagó un divertido bulo durante la recién finalizada Feria de Málaga. Era jueves, y envió varios mensajes de móvil afirmando que se había cruzado con Bernardino León Gross y el mismísimo Tony Blair. Lo mismo se le ocurrió la gamberrada en El Pimpi, donde hay una foto del político británico de visita a la bodega. El caso es que el bulo tuvo su recorrido, y mientras que más de uno se frotaba las manos imaginando ya un encuentro fortuito, los medios locales organizaban en paralelo un operativo de busca y captura que concluyó con frustrantes resultados.
Puede ser una simple anécdota, pero da pie a escribir sobre el papel de los bulos y los rumores en la vida y en la política, no tan alejadas la una de la otra como mucha gente pretende hacernos creer en estos momentos de crisis. Recordemos, por ejemplo, que en la década de los noventa un destacado politico local fue asociado a unos presuntos (y falsos) intereses económicos en Zaragoza. Un bulo que hizo mucho daño en los tiempos de la coletilla "paro, despilfarro y corrupción". O también que el Presidente del Gobierno fue objeto y sujeto de todo tipo de rumores hasta su tardía boda con Elvira Fernández Balboa.
En los Estados Unidos, Barack Obama se vio obligado a hacer pública su partida de nacimiento -que acreditaba que era de Hawai- cuando unas encuestas revelaron que casi una cuarta parte de la población creía que había nacido en Kenya, como decía una y otra vez el Tea Party contraviniendo la verdad. De hecho, Obama se enfrentó a tantos bulos que tuvo que poner en marcha una web llamada "lucha contra las calumnias" (www.fightthesmears.org) para dar información veraz a sus seguidores y argumentos para contestar las mentiras del ala derecha extrema del partido republicano.
La importancia de los rumores es tan alta que incluso hay un libro dedicado a este asunto. Se trata de "Rumorología", y su autor es el americano Cass Sunstein. Dice Sunstein que hay dos grandes métodos de difusión: las cascadas sociales y la polarización de los grupos. El primero se aprovecha de que todos tenemos una cierta dependencia de lo que piensa o hace la mayoría social. Respecto a la polarización, el mecanismo de creencia en el bulo se basa en que procede de personas con una forma de pensar afín a la que tenemos. Sunstein llega a hablar de "la industria del desprestigio", ya que los rumores rara vez suelen beneficiar a sus protagonistas. En sentido contrario, en las últimas semanas varias noticias sin contrastar sobre ciertas medidas maravillosas tomadas por François Hollande y el Partido Socialista Francés han sido abrazadas y amplificadas en las redes sociales por centenares de personas de clara afinidad ideológica. Eso sí, sin la tarea previa de haberlas verificado simplemente investigando en internet. En este caso se trataría de ofrecer a los desencantados progresistas españoles la oportunidad de volver a confiar en el PSOE.
No existe ni una sola organización (sea un país, una sociedad, una empresa grande o pequeña, una asociación, un grupo de amigos, una comunidad de vecinos) que viva ajena a los rumores y a los bulos, al chisme y al cotilleo. Forman parte de la esencia del ser humano. Quizás por eso constituyan un arma tan formidable en el terreno de la política. Y quizás por eso también sean las pruebas más evidentes de que la vida real y la política son mucho más parecidas de lo que mucha gente quiere ahora creer.