BLOGOSFERA

Así de dulces
Siempre he pensado que la gente sabe más filosofía política de lo que cree. Si hiciéramos una encuesta, la mayoría contestaría que nunca ha leído un libro de filosofía política, pero esa misma mayoría tendría opinión sobre cualquier tema político que se les planteara. Cuando una persona dice «yo no soy político, yo sólo soy español», está demostrando que sabe de política, por eso no dice «yo no soy político, tengo pecas». Quizá crea que su pensamiento es puro sentido común; quizá desconozca quiénes, cómo y cuándo, opusieron la idea de la unidad armónica de la nación a la pluralidad democrática de una sociedad diversa y conflictiva, pero sabe que lo opuesto a «la política» no es un concepto biológico, como tener pecas, sino otra idea política, como es la nación.
Cuando desconocemos u olvidamos el origen de las ideas con las que interpretamos el mundo es cuando más fácilmente nos convertimos en instrumentos de esas ideas, a partir de entonces son ellas las que nos poseen en lugar de ser nosotros los que las poseemos a ellas.
Si el amable lector o lectora de esta columna lee la siguiente cita, es posible que no la encuentre del todo extraña:
«Hoy España lleva una vida chata, desfallecida, sin entusiasmos, encerrada entre dos capas que la asfixian y comprimen. Por arriba, le han quitado toda ambición de poder y de gloria; por abajo, todo justo afán de mejoramiento para sus gentes humildes. Ambas cosas provienen de que hemos dejado de ser una fuerte unidad para convertirnos en toda clase de divisiones, con ventaja de políticos y de la farsa parlamentaria. De esos políticos que, salidos muchos de vuestras mismas gentes y de estos mismos pueblos, apenas consiguen su acta de diputados no vuelven a ellos, si no es para deslumbramos con su bienestar y riqueza, adquiridos con el esfuerzo de vuestros votos. De ese Parlamento donde no preocupa en absoluto la vida de España, sino las menudas pasioncillas, donde transcurren sesiones enteras ventilándose rencillas de partido o personas, y donde pasan inadvertidos y de cualquier forma los proyectos y planes más vitales para España».
Es probable que noten un cierto arcaísmo en el lenguaje y adivinen que la cita pertenece a otro tiempo. Incluso habrá quien piense que, aún tratándose de unas palabras dichas hace ochenta años, retratan bien la situación de la España actual. Lo cierto es que las palabras fueron pronunciadas por José Antonio Primo de Rivera en un mitin de la Falange en el año 1934. Y no retratan la situación de la España de hoy, ni tampoco la de entonces. Retratan a la perfección una forma de pensamiento seductora y terrible, una forma de pensamiento que, como un virus letal, prospera en los momentos de crisis, destruyendo la democracia parlamentaria. Hay quienes han olvidado el origen de su pensamiento, hay quienes lo desconocen, pero ambos dicen lo mismo que otros ya dijeron en el pasado con iguales palabras. Así de venenosas. Así de dulces.