BLOGOSFERA

La noche de la marmota
Hace ya bastantes años, en ese tiempo en que los amigos nos habíamos casado pero aún no teníamos hijos, un grupo de jóvenes parejas solíamos recorrer España los puentes y fines de semana. Recuerdo que un día nos encontramos, en mitad de una flamante autovía, un atasco bastante grande. Demasiado lejos de cualquier ciudad como para atribuirlo al efecto embudo de la entrada, especulábamos si sería consecuencia de un accidente o de una avería. Al rato el atasco se disolvió tan de repente como se había producido. Sin embargo no vimos ni rastro de accidente ni de avería. Así que mientras seguíamos preguntándonos por la causa del atasco, uno de los amigos, ingeniero, nos dijo: no os confundáis, lo que vemos aquí y ahora son las consecuencias, es decir, el atasco; las causas se produjeron en otro momento y en otro lugar.
Desde hace años, casi tantos como los que han transcurrido desde aquel viaje, nuestro país ha ido contrayendo compromisos con otros países europeos para producir una mayor unidad económica y política en el continente. Entonces celebrábamos, a la luz de nuestros conocimientos, la inteligencia, la visión, la estatura de estadistas, de los líderes que protagonizaron los diversos hitos de nuestra integración en Europa. Es posible que muchas personas hayan olvidado que en 1998 el gobierno Aznar negoció la entrada de nuestro país en el euro y también los poderes que, a partir de entonces, tendría el Banco Central Europeo. Los mismos poderes que ahora necesitamos y no tenemos. No pretendo culpar a Aznar o disculparnos a los demás, entonces todos estábamos encantados, nadie podía imaginar que una década más tarde aquellas decisiones nos iban a dejar atados de pies y manos en mitad de la crisis económica más grave de nuestras vidas. Entonces nadie escribía editoriales o hacía discursos advirtiéndonos del riesgo que corríamos, es verdad que algún economista atisbó lo que podía ocurrir, pero no así el consenso de la disciplina económica. En ese mismo año el gobierno del PP tomó algunas decisiones en materia de suelo y regulación del préstamo bancario, que serían decisivas para la creación de la burbuja inmobiliaria de nuestros pesares. Sin embargo, dos años más tarde la sociedad española premiaría al PP con una mayoría absoluta que, por cierto, el PP emplearía en meternos en una guerra contra la voluntad de la inmensa mayoría.
Por acción u omisión, en las elecciones generales del pasado 20 de noviembre muchas personas decidieron por segunda vez en democracia otorgar una mayoría absoluta al PP. En los juegos infantiles aprendemos las lecciones de ética más importantes, entre ellas la de que participar te obliga a aceptar el resultado. Y el resultado es que los representantes de quienes votaron otras opciones podemos protestar contra las decisiones de esa mayoría absoluta, podemos proponer medidas alternativas, pero en términos de poder real, en el Congreso, y durante cuatro años, siempre será la noche del 20 de noviembre.