BLOGOSFERA

El País
Nací en 1968. Tuve la suerte de crecer en un hogar estructurado, en el que, además, se compraban dos periódicos diarios: uno local, SUR, y otro nacional. Mi padre había pertenecido a la asociación católica de propagandistas, en su juventud, y me cuentan que lo quiso captar el mismísimo obispo Herrera Oria. Así que en mi casa se compraba el YA, de la editorial católica, que en aquellos años era menos conservador que otros periódicos conservadores.
En segundo de BUP, en los Maristas, Enrique Conesa nos dio clase de geografía humana y económica. Uno de esos profesores que te cambian la vida. Y nos insistió en que comprásemos El País. Yo ya tenía ganas de hacerlo, influido por Lou Grant y los afanes de la redacción de Los Ángeles Times. Así que lo propuse en casa, y mi padre, un hombre justo, decidió lo siguiente: comprar los dos periódicos durante una semana, y elegir al final. Ganó por goleada El País hablamos de 1984- mucho mejor informado, pujante y moderno.
El País forma parte de mi educación sentimental. Sus editoriales arroparon mis primeros pensamientos desnudos. Sus opiniones me hicieron sentir que no estaba solo, cuando empezaba a conformarse mi personalidad política y reflexionaba sobre el terrorismo, la pena de muerte, la sanidad pública, el papel de la educación o los avances científicos y sociales. Sus páginas me dieron calor en momentos de soledad. Sus artículos me acompañaron en esa etapa de crecimiento personal en la que necesitas saber que formas parte de algo superior que nos afecta a todos. Durante años, jamás he faltado a mi cita diaria con El País, y lo he perseguido incluso en el extranjero.
De la mano de Juan Cueto descubrí lo que se nos venía encima, la vida digital. Con Haro Tecglen defendí la Historia y la memoria histórica. Disfruté con las viñetas de Romeu y su personaje Miguelito. Aprendí de toros con Joaquín Vidal y de cine con el duro y correoso Ángel Fernández Santos. Me hice adulto con Maruja Torres, y también con Javier Pradera y Manuel Vicent y Juanjo Millás. Yo no sería yo sin El País. Es imposible.
Hoy, martes, 130 trabajadores de El País van a sufrir un ERE. Puede ser uno más, pero para miles de personas es algo muy diferente. Algo más íntimo y doloroso. Algo que afecta a nuestra propia vida, a lo que ha sido y a lo que debería seguir siendo. Hace años, un mediocre poeta publicó un libro de título excelente: El día que dejé de leer El País. Nunca pensé que ese día podría ni siquiera existir. Pero se acerca, imparable, inevitable. Como nuestra propia muerte.