BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

La pela es la pela


El próximo domingo los votantes empadronados en Cataluña validarán o no el órdago soberanista de Artur Mas. El aseado sucesor de Jordi Pujol ha dado la campanada planteando una deriva secesionista que, lejos de los malos modos y la pésima puesta en escena del Plan Ibarretxe, puede tocar el cielo de lo gloria electoral.

En el fondo es todo una cuestión económica. Tras ocho años lejos del poder autonómico, la coalición CiU, representante en el Congreso de los Diputados de todos los lobbys empresariales imaginables, envuelta en el escandaloso Caso Palau de presunta financiación ilegal, responsable de buena parte de los recortes sociales que hoy asolan a la sociedad catalana, acaricia la idea de la mayoría absoluta envuelta en la Senyera y agitando la independencia como solución a todos los problemas económicos de cataluña, causados muchos de ellos por su propia ceguera identitaria.

En Cataluña se estudian con interés los casos de Quebec y, ahora, de Escocia. Pero es un estudio parcial e interesado. La parte francófona de Canadá perdió su primacía y liderazgo económico en los años setenta del siglo XX cuando mantuvo un pulso secesionista. Se perdieron miles de empleos que se trasladaron de Montreal y Quebec a Ottawa y a Toronto, en el sur anglófono. Allí todavía lo recuerdan. Esa parte de la historia se ha borrado en las ínfulas catalanas, que además han pasado por alto que fueron las millonarias inversiones pagadas por todos los españoles para los Juegos Olímpicos de Barcelona las que pusieron a Barcelona y a Cataluña en el mapa del mundo. Y que han sido su estúpida inmersión lingüística y su absurdo aislacionismo los responsables de su pérdida de competitividad y de simpatía internacional a la hora de captar inversiones.

Lo que realmente se juega el domingo no es el nacimiento de una nación, sino el mantenimiento de un concepto, el de la solidaridad entre territorios, por el que se levantó Andalucía el 28 de febrero de 1980, que ha permitido articular en España un Estado moderno, con prestaciones, infraestructuras y servicios similares para todos. Una solidaridad de la que todos nos hemos beneficiado, unos directamente -como Andalucía o Extremadura- y otros de manera indirecta gracias al bienestar colectivo y compartido. Artur Mas ha decidido romper la baraja y ha puesto precio a su proyecto: el aumento de la desigualdad pagará la factura que va a costar sacar a Cataluña de su laberinto independentista. El domingo, si ganan, seremos todos ya un poco más pobres. Nunca quisieron la igualdad.

TRANSPARENCIA

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