BLOGOSFERA

Primer año triunfal
El 20 de noviembre de 2011, el Partido Popular ganó las elecciones generales con un margen casi inédito en la reciente historia democrática española. Al frente, el anodino Mariano Rajoy Brei, de quien hemos sabido en estas fechas que era casi el quinto en discordia en la línea sucesoria, parafraseando la gran novela de Robertson Davies. Lo ha dicho Aznar, que como todos sabemos no miente.
El PP hizo una campaña inteligente, vista con perspectiva. Apeló al imaginario colectivo que recordaba su aparente buena gestión económica. Y prometió que sacaría a España de la crisis en un abrir y cerrar de ojos, nada por aquí, nada por allá. Pero aquel abracadabra se ha demostrado erróneo, cuando no manifiestamente falso, y un año después hoy es martes y no lunes porque 2012 es bisiesto- cunde el desánimo, la desafección, la indignación y el cabreo.
En este año de gestión popular casi nada ha cambiado para bien. Se han aprobado y publicado en el BOE casi una treintena de Reales Decretos Ley, que sólo han tenido la virtud de profundizar en la crisis. La reforma laboral ha traído más desempleo -600.000 españoles han perdido su empleo en el año 2012-; la subida de impuestos ha generado más economía sumergida; el banco malo se queda con dinero público y con los pisos buenos; y la llamada racionalización del sector público no es sino la conversión de los derechos sociales colectivos en una fuente inagotable de negocios privados.
Los derechos civiles han retrocedido; se ha perdido la independencia de la televisión pública estatal; las medidas económicas exprimen a las familias, a las clases medias y a los autónomos y pequeños empresarios; avances históricos, como la Ley de Dependencia, se desmantelan con la facilidad y el mismo remordimiento de conciencia con el que se disuelve una protesta pacífica. Suben las tasas judiciales y la calle vuelve a ser de quien era.
Hoy, 20 de noviembre, España es un país más injusto, desigual, pobre y desmoralizado que hace un año. Por suerte nos queda Cataluña. Siempre hace falta una cortina de humo para tener entretenido al personal. Un truco tan viejo y efectivo como la propia Historia.