BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

Pillaje


Una semana más, la marea blanca ha inundado las calles de Madrid en protesta por el plan de privatización del Gobierno de la Comunidad de Madrid, un plan iniciado por la ex-funcionaria Esperanza Aguirre (incorporada a una empresa de cazatalentos, en inglés headhunters) y continuado con entusiasmo por su sucesor, Ignacio González, del que apenas sabemos que ha sido veraneante de Marbella en un ático de dueño desconocido.

El argumentario oficial de la derecha extrema liberal que ha hecho de Madrid su laboratorio político es que la sanidad pública es cara e insostenible. Para ello han puesto proa contra los principales hospitales públicos, iniciaron una campaña de desprestigio contra médicos rebeldes, han incentivado y propulsado la sanidad privada, y han diseñado un ambicioso plan del que empezamos a conocer los primeros detalles. Para el PP, el modelo era el llamado "Modelo Alzira", un modelo supuestamente perfecto y que terminó con una inyección de dinero público de siete millones de euros para tapar el agujero generado por la maravillosa gestión privada. Si hay beneficios, es privado. Si hay pérdidas, las pagamos entre todos.

Así que en Madrid dicen que quieren ahorar 200 millones de euros al año desmantelando la sanidad pública universal y gratuita. Pero de repente hemos sabido que el Grupo Capio es uno de los principales beneficiarios de la privatización de la sanidad, convertida en negocio para unos pocos. Lo que no se ha llegado a saber es a quién pertenece el Grupo Capio, ocultos sus accionistas detrás de un entramado de empresas interpuestas entre las que destaca una empresa de regalos. Opacidad societaria para evitar que conozcamos quién se está forrando a costa de nuestros derechos.

La concesión del negocio de análisis clínicos a una empresa de la que forma parte Juan José Güemes, precisamente el Consejero de Sanidad madrileño que inició el proceso de privatización, es la última noticia que hemos conocido sobre el celo con el que el PP vigila las cuentas públicas. Un celo sólo superado por el que ponen en la vigilancia de sus propias cuentas privadas, engordadas a costa de rebajar la calidad de la sanidad pública, de recortar la asistencia a las personas mayores, de hacer negocio con las medicinas que necesitan nuestros parientes enfermos, y de esquilmar en provecho propio todo lo que suene a rentable en el terreno de la sanidad.

Es lo que tiene la ideología liberal: han decidido libremente hacerse ricos a nuestra costa. Y todavía hay gente que les aplaude. Vivir para ver.

TRANSPARENCIA

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