BLOGOSFERA

Tenemos un problema
La ciudadanía está cansada. Cansada de corrupción, con mayúscula, y de corruptelas. Harta de que las cosas no funcionen. Harta de malos funcionarios, malos profesionales y malos empresarios. Asqueada de engaños y de incumplimientos. Mosqueada por los grandes beneficios de grandes empresas que no siempre tratan bien a sus clientes. Molesta porque el sistema que debería garantizar el buen funcionamiento de las instituciones, grandes y pequeñas, ha fracasado.
Sin embargo, hay cosas que funcionan. No todo es un desastre, ni un fiasco. Si la corrupción llena portadas de los medios de comunicación y monopoliza el debate en la calle es porque hay instituciones y profesionales que siguen haciendo su trabajo, objetivamente, ajenos a presiones o directrices de cualquier tipo. En un momento de descrédito de casi todo, es relevante poner de manifiesto el papel de la Justicia, que contra viento y marea, contra reformas y vaivenes políticos, contra la escasez de medios y el intervencionismo de los dos grandes partidos políticos, es capaz de proceder contra los saqueadores de lo público, sea cual sea su apellido y su anclaje social.
Y también funcionan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La UCO y la UDYCO. Sus informes avalan y sostienen las actuaciones judiciales. Sus investigaciones han permitido que se conozcan las tramas existentes, el enriquecimiento ilícito de sus protagonistas, el desvío de fondos, la avaricia y la desvergüenza sin límites de quienes, desde sus altas posiciones -desde Dívar a Díaz Ferrán, pasando por innumerables cargos políticos, deberían haber dado ejemplo con sus palabras y sus hechos.
Y también es justo reconocer el trabajo y la honestidad de la Agencia Tributaria. Hacienda funciona, y cuando los datos no coinciden eso acaba descubriéndose. Que la mejor prueba de transparencia de un cargo público sea presentar su declaración de la renta dice mucho del prestigio y del buen hacer de nuestra administración tributaria, aunque desde mi punto de vista sea algo demasiado insuficiente. Pero todos sabemos que es cada vez más difícil burlar al fisco, y eso constituye una garantía de todo lo público, una garantía que debemos preservar y proteger.
Sin embargo, no todas las instituciones están o han estado a la altura de las circunstancias que afectan a este país. Podemos recordar al Banco de España, o a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. O a la constelación de Comisiones que velan por nuestra regulación. Pero sin duda las instituciones que más han fallado a este país y a la confianza que han depositado los ciudadanos en el sistema se llaman PP y PSOE. Los dos grandes partidos, sinónimo de estabilidad y de garantía democrática, acaparan en estos momentos el descontento social y las críticas por los evidentes fallos del sistema. ¿Escucharán el mensaje o se enrocarán a la espera de tiempos mejores? Nada hace presagiar que haya un cambio profundo en el funcionamiento de los dos grandes partidos, pero todo parece indicar que, si no cambian, pueden acabar arrastrando al con ellos al abismo de la descomposición al conjunto de las instituciones democráticas. Y esa dramática posibilidad debería servir de aliciente para tomar muy en serio las advertencias de una sociedad cuya paciencia y comprensión están a punto de agotarse.