BLOGOSFERA

Maldito parné
El periódico con el que llevo colaborando de manera desintesesada desde hace más de cinco años publicó el domingo un reportaje sobre las retribuciones de los parlamentarios. Pese a todas las explicaciones que dimos a su esmerado redactor, de buena gana y con ánimo de contribuir a la transparencia, el titular elegido destacó que cobramos dietas para hacer nuestro trabajo y que esas dietas no tributan. No esperaba una información favorable, pero cuando sólo tienes tu credibilidad para presentarte ante los ciudadanos, leer eso de quien te conoce bien no deja de ser doloroso, por tendencioso y simplista.
Defender el sistema retributivo de los parlamentarios suena a defensa de una posición de presunto privilegio. Nada más lejos de mi intención. Ya dije que mi nómina de enero ha sido de 2.329 euros, después de retenciones y de pagar unos 130 euros a la estructura regional de mi partido. De esa cantidad hay que descontar otros 250 euros que aporto cada mes para sostener la estructura provincial de mi partido. Así que finalmente la disponibilidad líquida viene a ser de 2.000 euros al mes. Quizás mucho en un momento como el actual, posiblemente poco en los años de vacas gordas y trabajo para todos. Pero entonces nadie se quejaba de nada.
Y sí, además de nuestra abultada nómina los parlamentarios percibimos dietas, en función de la localidad de residencia y de la asistencia a Plenos y comisiones ordinarias. Unos 1.600 euros al mes. Pero nada más. No se nos paga además el transporte, como se dice inexactamente- en el reportaje. De ahí sale todo. Por ejemplo, los gastos de ayer lunes para ir a Sevilla y volver como participante en una mesa redonda organizada por la Universidad. O el desplazamiento a Granada invitado a una charla sobre desahucios. El gasto en hotel, las comidas fuera de casa, trenes y autobuses cuando los coges. Con las dietas no te enriqueces, y por eso no tributan, sino que haces tu trabajo, viajas y atiendes las invitaciones que te hacen desde cualquier municipio de la extensa Comunidad Autónoma andaluza, das la cara y acudes allá donde tu presencia es requerida.
Reducir la evaluación del trabajo político al sueldo que cobramos es muy frustrante y envilecedor. No importan las iniciativas que presentes, las reuniones que mantengas, el tiempo que dediques a estudiar y formarte, los problemas que trates de resolver, la disponibilidad permanente que tengas a través de las redes sociales o del correo electrónico. Lo único que importa es lo que cobras, porque de repente hemos descubierto que la Democracia es muy cara, o eso nos parece. Quizás a los que piensen así haya que decirles lo mismo que cuando se habla de Educación: si piensan que la Democracia es cara, ya verán cuando no haya Democracia. O cuando se aplique la reforma de la Ley de Régimen Local aprobada el viernes por el PP y entonces sólo los pudientes puedan dedicarse a la política. Como en los buenos viejos tiempos. Maldito parné, castigo de Dios.