BLOGOSFERA

La carta
Se dice, se cuenta, se rumorea que el Gobierno de España ha recibido una carta de la Comisión Europea, preocupada por el Decreto Ley de la Función Social de la Vivienda aprobado por la Junta de Andalucía y su posible impacto en el saneamiento infinito y voraz del sistema financiero. Nadie ha visto la carta, así que no se sabe a ciencia cierta si es un as en la manga de este Gobierno tahúr y tramposo, o si es una misiva virtual que sólo se materializa en televisores de plasma, al estilo de la nueva comunicación política del gusto cobarde Marianista.
Como en su momento pudiera escribir el gran Moncho Alpuente en El País Imaginario, la preocupación de la Comisión Europea es preocupante, pero no alarmante. Preocupa que tan eximios funcionarios de la nada estén tan atentos una medida legislativa que ha decidido destinar un puñado de euros públicos no a la banca, sino más bien a prevenir y aliviar el sufrimiento y la ansiedad de varios miles de familias andaluzas sin más horizonte que el desempleo masivo, la precariedad laboral y la amenaza vital. Porque el debate no está en la necesidad de sanear el sistema financiero, sino que deben explicarnos si ese saneamiento tiene que llevarse todos los recursos públicos de un país, de una generación, y con ello su futuro, sus esperanzas, sus ideales.
Lo peor de estas medidas ciegas e inmisericordes, además, es que no hay contrapeso ninguno por parte de los avariciosos causantes de la crisis. Ni han mejorado la regulación y la supervisión bancarias, ni se ha abordado el debate sobre el establecimiento de un límite a los salarios y bonos de los altos directivos financieros, cuyos ingresos, ligados a la rentabilidad y al beneficio, siguen siendo un claro incentivo a seguir asumiendo riesgos de los que sólo ellos sacan partido, pero cuyos errores de cálculo y de diseño pagamos todos con facturas multimillonarias y toneladas de ansiedad y sufrimiento.
Se nota que los burócratas bien pagados de la Comisión Europea viven felices y contentos en sus torres de marfil, rodeados de informes, leyes, reglamentos y pragmatismo. Podrían acercarse a un cine y ver La carta blanca, esa película cuyos protagonistas crean de la nada un imparable movimiento totalitario. Eso es lo que está consiguiendo su propia nada con cartas como la que presuntamente han enviado al Gobierno de España: empujar a los ciudadanos de toda Europa hacia el abismo político, en busca de una pizca de esperanza. Desde sus ebúrneas atalayas no ven lo que se nos viene encima: como en aquél diálogo televisivo, hay que esperar a los días claros para ver desde ellas la lucha de clases. Ellos sólo vigilan y castigan, ajenos a la vida de los otros. O eso dicen, los muy canallas.