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El hundimiento
El penúltimo episodio del hundimiento del sistema financiero español, a la hora de escribir estas líneas, ha sido la entrada en la cárcel de Soto del Real de Miguel Blesa, el que fuera todopoderoso Presidente de Cajamadrid, y su inmediata salida, tras reunir en apenas 24 horas la fianza fijada por el juez, dos millones y medio de euros, unos 400 millones de pesetas.
A nadie ha sorprendido que Blesa haya podido reunir tan rápido esa cantidad, pero convengamos en que el auto del juez, el informe del Banco de España y la pena de prisión con retirada del pasaporte sí que ha supuesto una agradable sorpresa para todos los que sufrimos el colapso del sistema financiero y estamos pagando sus consecuencias. Gestiones como la de Blesa son las que nos van a costar a todos los españoles unos 100.000 millones de euros, y de paso el desmantelamiento de los servicios públicos y las bondades propias del Estado del Bienestar.
La gestión de Cajamadrid, lo que hemos sabido ahora, ha aportado interesantes novedades a lo que ya sabíamos. De otras entidades intervenidas hemos podido conocer prácticas como el nombramiento de auténticos cretinos en sus Consejos de Administración, la celebración de reuniones de control en ciudades como Nueva York o Estambul, donde los controladores votaban entusiastas a favor de la gestión de los controlados, o el funcionamiento piramidal de las estructuras financieras, con un faraón en la cúspide al que todos obedecían servilmente, a riesgo de perder sus jugosas canonjías.
De Cajamadrid hemos aprendido que se puede dopar financieramente un poderoso club de fútbol Sir Alex Ferguson dixit- con operaciones inmobiliarias especulativas, que se puede comprar un banco en Florida con menos informes que los que te piden para renovar el carnet de conducir, o que no hay problema alguno para ayudar al Presidente de la CEOE dándole 30 millones de euros sin avales ni garantías. Una gestión modélica.
Sin embargo, para mí lo más importante de todo es que Blesa desmonta el mito de la tecnocracia. Poseedor de un envidiable currículum, su actuación al frente de Cajamadrid y el agujero que ha dejado están a la altura de los gestores más insolventes del sistema financiero español. Y es que la insolvencia moral no tiene nada que ver con la carrera académica. Ni la Complutense ni Harvard garantizan la honestidad. Eso es algo que ni se compra ni se estudia, sencillamente se tiene. Y a lo que parece no es una virtud abundante. Por desgracia, para nuestra desgracia.