BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

Transparencia y espionaje


Uno de los politólogos más interesantes de los últimos años se llama John Keane y es el padre del concepto de “democracia monitorizada”. En una lectura en Estrasburgo titulada “La democracia en la era de Google, Facebook y Wikileaks”, aventuraba la necesidad de los gobiernos de actuar con mayor transparencia en una era en la que las nuevas tecnologías proporcionaban a individuos inquietos la posibilidad de escarbar en las cloacas del sistema. Según Keane, estas nuevas herramientas podrían dar lugar a una nueva edad de oro del periodismo de investigación, apoyando a francotiradores dispuestos a desafiar al sistema.



Han pasado dos años desde aquella lectura y los pronósticos de Keane no se han cumplido. Pero no por que estuviese desencaminado, sino porque los gobiernos –y muy especialmente los muy demócratas y transparentes Estados Unidos de América- han decidido utilizar todo el potencial de las nuevas herramientas tecnológicas y de las redes sociales para practicar el espionaje a gran escala en nombre de la sacrosanta seguridad nacional.



A mucha gente no le importa que esto se haga. Lo malo es que gracias a un tipo que está en paradero desconocido, de nombre Snowden, se ha sabido que los Estados Unidos de América también han espiado millones de correos electrónicos privados de gobiernos amigos –Alemania, Francia, Reino Unido-, de la Comisión Europea y de cualquier organismo que manejara un mínimo de información y poder. No ha transcendido si han espiado al Gobierno de España, algo que a estas alturas uno no sabe si interpretar con agrado o con cierto desagrado por el evidente ninguneo.



Ironías aparte, está contrastado que somos espiados. Que nuestros correos privados son vulnerables. Que alguien en algún lugar puede conocer nuestros gustos, nuestras amistades, nuestros planes, qué pagamos con tarjeta de crédito, dónde planeamos ir de vacaciones. Las redes sociales y las modernas comunicaciones se han convertido en un enorme sumidero de datos que no permanecen en la esfera de la privacidad personal, sino que pueden ser vistos, leídos, tratados, guardados y malinterpretados si llega el caso. Una amenaza a la democracia global casi del mismo calibre que la que suponen los que sirven de coartada para esta política vergonzosa de espionaje consentido. Si los propios vigilantes de la democracia no creen en ella y pisotean nuestros derechos fundamentales de esta manera, apañados estamos. La sombra de una duda circula por las más altas esferas del poder. Que nadie diga que no estábamos advertidos.

TRANSPARENCIA

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