BLOGOSFERA

El paraíso y el dolor de muelas
Hace unos días acompañé a Carmen Chacón a ver La anarquista, una obra del dramaturgo norteamericano David Mamet. La ponían en el Teatro Español de Madrid y la protagonizaban dos actrices espléndidas: Magüi Mira y Ana Wagener. La obra se desarrolla en el despacho de la directora de una prisión de mujeres. Allí se encuentran Cathy, (Magüi Mira), una mujer mayor que ha pasado toda su vida adulta en la cárcel cumpliendo una sentencia por haber matado en su juventud a un policía, y Ann (Wegener), la directora de la prisión, que debe evaluar la petición de Cathy de ser excarcelada. Durante una hora y pico no había nada más en el mundo que el duelo entre aquellas dos mujeres tan fuertes, tan poderosas.
La sala en la que se representaba la obra es una sala pequeña, de tal modo que estábamos casi en el escenario. En un momento dado el personaje de la anarquista hace un duro alegato contra los políticos y la política. Y allí estábamos Carmen y yo, dos diputados, rodeados de personas que sabían quienes somos, especialmente en el caso de Carmen. Recibíamos el reproche amargo de una mujer que había sacrificado su vida y la vida de otros por una causa muy grande, muy pura. Su compromiso la había llevado a ella a la cárcel, mientras que nosotros estábamos en el teatro, como el resto de los espectadores, por cierto. Sin embargo, durante su alegato, yo presentía cómo algunas de las personas que estaban sentadas a nuestro alrededor se identificaban con las duras palabras de la anarquista hacia la política y los políticos.
Al terminar la obra saludamos y felicitamos a Magüi y Ana; y, a pesar de mis presentimientos, también algunos espectadores se acercaron a Carmen para desearle fuerza y ánimos. Luego nos fuimos a cenar con el marido de Carmen y con mi mujer. Mientras paseábamos hasta encontrarnos con ellos recordé un dato que había visto hacía unos días. A comienzos de nuestra democracia había en España menos de diez mil dentistas colegiados, ahora hay más de treinta mil. El empeño de los socialistas en ampliar el número de universidades, en multiplicar las becas, no ha servido para traer a nuestro país, ni a ningún otro, el paraíso con el que soñaba la anarquista, tan solo ha servido para que a la gente nos duelan menos las muelas y otras cosas por el estilo.
La ventaja de nuestro ideal es que nadie mata a un policía por poner una facultad de odontología, o ampliar la cuantía de las becas, ni siquiera mataría a un rector o a un ministro. Por eso nosotros, los socialistas, a lo más que llegamos en nuestro empeño es a subir los impuestos a alguna gente, y ni siquiera eso resulta fácil ni cómodo a la hora de conseguir apoyos. Cuando llegamos a donde nos esperaban nuestras respectivas familias, Carmen me dijo mientras veía venir a su hijo corriendo hacia ella: «¿no crees que si todas las madres los viéramos crecer sanos y felices sería el paraíso?». Caí entonces en por qué ella es más fuerte que la anarquista.