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José Sánchez Maldonado

El problema es el desempleo en general


Uno de los ultimísimos latiguillos que adornan las declaraciones finales de las diversas reuniones, cumbres y mini-cumbres de la UE consiste en expresar una especial preocupación por el desempleo juvenil, y de hecho se lanzan propuestas que, fomentando una solución a este problema, sirvan también para tirar de la actividad económica. En el Consejo Europeo de marzo se lanzó una Iniciativa para el empleo juvenil. Por supuesto, las cifras oficiales más terribles que nos encontramos día a día en la prensa son las de los países del sur, con Grecia y España acercándose ya al 60%, y Portugal e Italia casi en un 40%.

En base a estos datos, y como dice el economista del CEPS (Centre for European Policy Studies) Daniel Gros, los políticos europeos han decidido que debe parecer como si estuvieran “haciendo algo” en torno al desempleo juvenil, ya que no con respecto a otras dificultades. Y sin embargo, defiende Gros, que a pesar de lo extremo de las cifras, no está claro que sea este un problema que deba tener un estatus de urgencia especial.

Por un lado, las estadísticas de desempleo juvenil pueden resultar engañosas en una primera lectura. Para empezar, se contabilizan individuos entre 15 y 24 años, cuando aquí coexisten dos grupos muy diferentes: el grupo de hasta 19 años, quienes mayoritariamente deberían estar aún dentro del sistema educativo; en caso contrario, no van a disponer de todos modos de una formación que les permita obtener un buen empleo incluso en las épocas de auge. Una cuestión distinta es el de los jóvenes entre 20 y 24 años, los cuales han completado algún tipo de educación superior (aunque generalmente no universitaria) y buscan empleo.

En segundo lugar, los datos de desempleo juvenil que difunde Eurostat se calculan a partir de la población activa, incluyendo generalmente a toda la población entre 15 y 64 años. Pero este proceder solo tiene pleno sentido con los adultos, a los cuales se les supone que mayoritariamente trabajan o buscan empleo. Es mucho más dudoso aplicar este sistema a una población como es la juvenil, que en su mayor parte están integrados en el sistema educativo. De este modo, como la tasa de actividad real de los jóvenes se sitúa en niveles del 10% en Europa, una tasa de desempleo juvenil del 50% no indica en absoluto que la mitad de los jóvenes esté en paro.

Por ejemplo, en el caso de España, y según la EPA, aquellos de entre 16 y 24 años que forman parte de la población activa son menos de 1.700.000 personas, frente a un colectivo de más de 4 millones. Esto significa que solo alrededor del 40% de los jóvenes así definidos busca empleo y, por lo tanto, que su tasa de desempleo efectiva (el conocido como “ratio” de desempleo) se sitúa como mucho en el 23%. En suma, la mayoría de los jóvenes españoles no está en el paro, sino estudiando o trabajando.

También procede observar el desempleo juvenil en el contexto del mercado de trabajo general. Por ejemplo, en España, en la actualidad, la tasa de desempleo juvenil es el doble de la tasa global. Pero es que eso mismo es lo que lleva ocurriendo en los últimos quince años, es lo mismo que ocurría en los años de la burbuja.

En suma, el desempleo juvenil es solo parte de un problema mucho mayor. No está nada claro que las medidas deban diseñarse específicamente para ellos, a menos que el objetivo sea ganarse titulares en los medios. No necesitamos más distorsiones con medidas discriminatorias, ni perder más el tiempo con gestos para la galería, sino que se potencien medidas de fomento del crecimiento de una vez.

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