BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

Las dos Españas


Un tren. Una curva. Doscientas cuarenta personas viajan con la tranquilidad con la que un niño pasea de la mano de sus padres. No hay peligro a la vista. Es un trayecto repetido miles de veces, contrastado, fehaciente. De pronto, un descuido. Quizás una imprudencia. O un fallo de seguridad, o una baliza que nunca ha existido. La velocidad duplica la recomendada, la curva llega, todo salta por los aires. Casi ochenta vidas truncadas. Ilusiones rotas, proyectos fallidos. No sólo es el tren el que no alcanza su destino.

Inmediatamente, se activan las alarmas. Llegan los bomberos, los vecinos de Angrois saltan a las vías y se lanzan al rescate de muertos y heridos. Funcionan las redes sociales, y todo tipo de profesionales de vacaciones, o fuera de turno, se incorporan a sus puestos para ayudar, para colaborar, para dar lo mejor de ellos mismos en esta mala hora de dolor y tragedia. Vemos la foto desencajada de un bombero con una niña viva entre sus brazos. No hay diferencia entre la vida y la muerte.

Qué curiosa España. Miles de personas hacen cola en los hospitales para donar sangre. Se incendian los móviles transmitiendo noticias, siguiendo la tragedia. Media España no duerme bien esa noche, destrozada, situándose frente al espejo de la desgracia ajena, viviéndola en sus propias carnes con auténtica y verdadera intensidad. Cada vez que ocurre algún accidente, algún hecho inconsolable, sale con la fuerza de un volcán esa España altruista y benéfica, esa España escondida, tantas veces mezquina, que necesita del sentimiento trágico de la vida para emerger en toda su milenaria grandeza. ¿Por qué?

Se investigan las causas del accidente. Algunas ratas disfrazadas de periodistas merodean por el domicilio del maquinista. Nadie quiere hacer sangre con el siniestro, aunque haya a quien no le importe colocarse alguna medalla inmerecida. Las ratas no necesitan disfrazarse de políticos aprovechados. Las dos Españas, siempre a punto, siempre en perfecto estado de revista. Han pasado casi cien años, y sin embargo nadie ha logrado superar a Unamuno y Machado interpretando a España y a los españoles. También esto debería hacernos reflexionar.

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