BLOGOSFERA

María Gámez Gámez

Cuando el rio saca sus escrituras


Después de meses –muchos, lo sé- sin poner un pie en el blog, hoy lo reactivo para hablar de las lluvias intensas que desde diciembre hasta la fecha estamos teniendo en Málaga. Yo misma lo he vivido en piel propia (con menos incidencia que otros muchos malagueños y malagueñas) con alguna gotera y algún encharcamiento.

El caso es que la meteorología nos ha puesto en jaque en estos dos o tres meses, con lluvias por encima del 70% de un año meteorológico ‘normal’. Embalses al máximo de sus posibilidads, cauces de arroyos que dicen “aquí estoy”, alcantarillas regurgitando y un largo etc.

Es en estos días cuando a los mayores del lugar les he vuelto a oir esa expresión un tanto olvidada de “cuando el río saca sus escrituras… pasa lo que pasa”.

Y llevan razón. Años de sequía junto al desmadre de la construcción, que ha colocado viviendas y urbanizaciones donde no debían o sin la debida infraestructura que evitara que el río o el arroyo dijeran: “esto es mi territorio”.

Todo ello, a pesar de que muchas obras de encauzamiento nos hayan colocado en una situación sin duda mejor que años atrás, como así ha sido con el Guadalhorce.

Pero a pesar de ello, el agua ha pillado por sorpresa a conductores, a trabajadores, a las familias. Nos ha dejado imágenes de toda Málaga –especialmente en Manilva, Cártama y los Alhaurines- que han pasado a los noticieros nacionales y que casi nos traen los efluvios recuerdos de las inundaciones del año 89.

Tengo una imagen en mi retina de aquellas fechas, del 89, que me resultó especialmente dramática. Yo vivía en Málaga capital, en el barrio de la Victoria (enfrente de la capilla conocida de calle Aguas; por cierto, acertado nombre). Las fuertes lluvias habían convertido esta calle en un improvisado río. Caía el agua con tanta fuerza que contenedores de basura y coches se deslizaban calle abajo. Los vecinos no podíamos más que observarlo desde nuestros pisos. En determinado momento, una persona se vio arrastrada por la fuerza de la corriente. Los vecinos de los pisos bajos intentaban tirarle cuerdas, como una agarradera improvisada, a la que puediera sujetarse. Pero esa persona siguió siendo arrastrada hasta que la perdimos de vista.

En estos momentos, por suerte, los daños han sido menores, aunque la provincia -afectada casi en su totalidad- se está intentando recuperar de esta mal sueño que no termina de concluir.

Hoy lunes, nos hemos despertado con más agua como estaba previsto. Los trabajos de arreglo de las carreteras y caminos que la Junta de Andalucía ha puesto en marcha tampoco se pueden desarrollar bajo la lluvia. Esperamos, pues, a que el temporal amaine.

Para que el río no nos saque con ira sus escrituras de nuevo, aprendamos a respetar los informes medioambientales cuando desaconsejan ocupar ciertos espacios por ser zonas ‘inundables’ o porque construir en esos terrenos pueda afectar a la erosión de otras áreas. No hace mucho se oía con imprudencia –y todavía se puede oir- a ciertos munícipes que aseguran que lo que dicen los informes medioambientales es negociable o cuestionable, como si en lo que se refiere a las aguas se pudiera hablar en esos términos.

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