BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

Madrid 2020


La sociedad española y sus representantes oficiales han despertado del sueño olímpico de Madrid 2020 en Buenos Aires y en 2013. A la tercera va la vencida, dice el refranero español, pero en este caso también a la tercera fuimos vencidos, quizás de manera imprevista, por dos aspirantes con menos méritos, al parecer, como Tokyo y Estambul.

El tema ha dado juego mediático y ha inundado las redes sociales gracias al desparpajo de la delegación oficial española y a las numerosas meteduras de pata de su nutrida embajada, desde la Alcaldesa de Madrid con su pobre inglés al gesto de la Princesa de Asturias instando a callar a dos charlatanes inoportunos. Hay gente que no quería que se celebraran esas Olimpiadas en Madrid, argumentando que la situación social no lo permite, y no les falta razón. Sin embargo, creo que había motivos de sobra para alegrarse por el triunfo, y no por la derrota.

En primer lugar, España necesitaba el sábado y sigue necesitando hoy una buena noticia, una muestra de confianza. La elección de Madrid habría permitido quizás recuperar esa alegría perdida, y aunque no nos guste ni la especulación ni el despilfarro de dinero público, que no nos gusta, sí que debemos estar a favor de una inyección de ánimo colectivo en un momento como el actual. Además, si ya se han invertido 8.000 millones de euros en el llamado sueño olímpico, mejor que sirvan para algo. Disfrutar de instalaciones olímpicas sin Olimpiadas de por medio no deja de ser un contrasentido. Ya teníamos las infraestructuras, así que mejor habría sido utilizarlas para aquello para lo que fueron hechas.

Pero además, en estos momentos es el deporte el principal embajador español en el mundo. Vincular el deporte español al dopaje es injusto y malintencionado. Todo es limpio y respetable en las campeonas selecciones españolas de fútbol, baloncesto o balonmano, en Nadal, Alonso, en los imbatibles motociclistas. Todo es pundonor y garra y sacrificio en nuestras gimnastas, en las guerreras del waterpolo, en las campeonas europeas de baloncesto, en el olvidado pero maravilloso y competitivo deporte femenino español. Todos ellos, todas ellas, se merecían un reconocimiento a través de la victoria en Buenos Aires 2013, con todas sus consecuencias posteriores. No ha podido ser, y es algo que no me ha alegrado en absoluto. Qué país.

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