BLOGOSFERA
Un compromiso con la dignidad
El 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Parkinson, una enfermedad que afecta a miles de personas en nuestro país, especialmente a mayores, aunque no solo a ellos; de hecho, uno de cada cinco casos diagnosticados corresponde a personas menores de 40 años, realidad que muchas veces desconocemos.
Esta fecha es más que un recordatorio, es una llamada urgente a la acción. Porque el Parkinson no es únicamente una cuestión médica, es una realidad que transforma por completo la vida de quienes lo padecen y también de su entorno.
A menudo se piensa que el Parkinson es un simple temblor, pero su impacto va mucho más lejos porque, además de la rigidez muscular, la lentitud en los movimientos y las dificultades para hablar o caminar, puede provocar trastornos del sueño, ansiedad, alteraciones en el estado de ánimo e incluso deterioro cognitivo y, en la mayoría de las ocasiones, quienes la padecen tienen que enfrentar a diario el estigma de sus consecuencias, en este caso no visibles, como la incomprensión y el aislamiento.
Recordemos en este día un símbolo que representa su lucha silenciosa, el tulipán rojo. Esta flor adoptada por un paciente como emblema de esperanza, dignidad y resistencia, debe traducirse en un compromiso firme y real con las personas. Es un recordatorio colectivo de que no podemos mirar hacia otro lado, porque hablar del Parkinson también es hablar de derechos, de dignidad y de justicia.
Necesitamos políticas públicas valientes que acompañen de manera integral, más conciencia social, mayores recursos para la investigación, que se fortalezca el sistema de atención sociosanitaria y se garantice el acompañamiento a las familias apoyando a sus cuidadores y cuidadoras. Indudablemente apostar de forma decidida por la investigación es la única esperanza de que algún día podamos hablar de una cura. Mientras tanto, no olvidemos que el Parkinson es una enfermedad degenerativa que requiere atención continua y especializada a lo largo de todo el proceso.
También es imprescindible algo tan simple como profundamente humano, mirar a las personas con Parkinson desde la empatía, escucharlas, ponerles nombre, rostro, y conocer sus historias. En cada diagnóstico hay una trayectoria única de resistencia diaria, un camino de retos por superar y, muchas veces, de silencios que no deberíamos permitir.
No podemos hablar de derechos sin hablar de inclusión social, de acceso a tratamientos, de apoyo psicológico, ni dejar de reconocer el papel esencial de las personas cuidadoras, las cuales tienen un enorme desgaste emocional y físico, por lo que necesitan apoyo, acompañamiento y reconocimiento institucional, tenemos que cuidar a quienes cuidan.
También hay que reconocer la labor imprescindible de las Asociaciones de Parkinson. Son ellas quienes informan, orientan, acompañan, y sostienen emocionalmente a las familias. Reforzar los recursos públicos y respaldar su trabajo es una necesidad urgente.
El mensaje este 11 de abril debe ser claro, romper el estigma, desmontar los prejuicios y situar a las personas afectadas en el centro de las políticas públicas. Apostar por la investigación, sí, y también por mejorar su calidad de vida, por la inclusión, por la empatía y por el respeto.
Que el tulipán rojo sea, hoy y siempre, símbolo de dignidad para quienes no se rinden y que nosotros y nosotras, como sociedad, tampoco nos rindamos. Porque detrás de cada diagnóstico hay una vida y todas las vidas merecen ser vividas con plenitud, con derechos y con esperanza.