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Enrique Benítez Palma

Pensar institucionalmente


Uno de los libros más interesantes que se ha publicado en España en estos últimos años, y que pasó más o menos desapercibido, se titula así, “Pensar institucionalmente”, y su autor es Hugh Heclo. En su solapa podemos leer lo siguiente: “En estos momentos de profunda crisis moral y económica, este libro apasionado nos invita a reflexionar sobre la necesidad de recuperar la confianza en algunas de las características que nos distinguen como seres humanos: las instituciones y la vida en comunidad”.



Pensar institucionalmente es lo que ha hecho José Antonio Griñán presentando su renuncia como Presidente de la Junta de Andalucía. Lo anunció en junio en el Parlamento de Andalucía, en el Debate sobre el Estado de la Comunidad, lo materializó el pasado martes 27 de agosto ante el Consejo de Gobierno, y lo ha comunicado al Presidente del Parlamento, como establecen las normas políticas de nuestra Comunidad.



En su intervención de despedida, Griñán se centró en dos motivos básicos, obviando los motivos familiares, siempre presentes en la vida de un político. Hizo referencia a la necesidad de un cambio generacional, a la demanda imparable de un cambio de personas después de 40 años de vida política –en España y en Andalucía-protagonizada y casi monopolizada por quienes –como él- nacieron en la década de los años cuarenta del siglo pasado. Y como muestra un botón: los cuatro presidentes que hasta ahora ha tenido la Junta de Andalucía nacieron todos entre 1944 y 1947.



Pero además, Griñán no ha eludido el desgaste que ha supuesto para la Junta de Andalucía y para él mismo el llamado “Caso ERE”, focalizado en su persona –de manera injusta- pero que entorpece el día a día y la toma de decisiones. Por ello opta por pasar página y dejar la responsabilidad política en manos de quienes nada tuvieron que ver con un asunto escandaloso de mal uso de fondos públicos destinados a mantener una política de rentas que benefició a miles de trabajadores y que en su momento fue demandada y exigida por todas las fuerzas políticas.



Así que para conseguir que de nuevo la sociedad andaluza recupere la confianza en la Política y vuelva a creer en las Instituciones, Griñán da un paso atrás. Lo hace convencido, después de 43 años de trayectoria pública intachable. Lo hace mostrando a todos sus declaraciones de la renta y de patrimonio. Lo hace después de haber percibido durante toda su vida estrictamente lo que le correspondía, ni un euro más, ni uno menos. Toda una lección de transparencia que muchos de sus más feroces oponentes podrían tratar de imitar.



El procedimiento de sucesión está perfectamente reglamentado. Es el Parlamento de Andalucía el que elige al Presidente, o Presidenta, en función de las propuestas de los grupos políticos. En España, los ciudadanos no eligen directamente ni al Presidente del Gobierno, ni a los Presidentes de Comunidades Autónomas, ni a Alcaldes y Alcaldesas. Son el Congreso, los Parlamentos Autonómicos y los Plenos municipales quienes lo hacen, a través de los representantes de los ciudadanos democráticamente elegidos. Es lo que establece nuestro marco jurídico. Y por ello será el Presidente del Parlamento de Andalucía, Manuel Gracia, quien someta a votación parlamentaria la propuesta de Susana Díaz como nueva Presidenta de la Junta de Andalucía. Una mujer nacida en los años setenta y que representa, en palabras de Griñán, a la generación que hoy dirige en Andalucía escuelas, hospitales, empresas, facultades y todo tipo de colectivos de la sociedad civil.



Por todo ello, es cada vez más difícil de entender el lenguaje tan despectivo del Partido Popular de Andalucía y de sus más destacados dirigentes. Hablar de “farsa”, como ha hecho Juan Ignacio Zoido, es un escándalo, una falta de respeto y una muestra más de la escasa talla política del todavía Presidente del PP andaluz. Zoido conoce perfectamente el sistema, o debería conocerlo, porque es el mismo que llevó a Camps a suceder a Zaplana, a Alberto Fabra a suceder a Camps y a Ignacio González a suceder a Esperanza Aguirre. Exactamente el mismo procedimiento que sirvió para que Leopoldo Calvo Sotelo fuese Presidente del Gobierno en 1981 tras la dimisión de Adolfo Suárez. Si todos estos precedentes también la parecen una farsa a Juan Ignacio Zoido, habrá que ir pensando seriamente en ofrecerle un curso rápido y gratuito de formación en funcionamiento del sistema político español.



Cuando Zoido, Carlos Rojas et alia cuestionan el funcionamiento de las instituciones no están haciendo daño al Gobierno de la Junta de Andalucía, ni tampoco a los partidos políticos que, en estos momentos, protagonizan un lícito y legítimo pacto de gobierno que está dando estabilidad a nuestra Comunidad Autónoma en tiempos difíciles de crisis económica y creciente malestar social. Están poniendo en peligro la confianza en las instituciones y la propia convivencia. Alguien debería decírselo. Porque también ellos, desde la oposición, forman parte del sistema, y de las instituciones, y de hecho gobiernan muchos ayuntamientos y varias diputaciones provinciales.



El brillante y polémico pensador esloveno Slavoj Zizek escribió hace pocos años uno de sus más celebrados libros, “Primero como tragedia, después como farsa”, tomando prestada una frase a Marx para articular una aguda crítica a la dominación del capitalismo financiero. La tragedia del PP andaluz es que siguen empeñados, después de treinta años de autonomía, en verlo todo como una farsa, que a través de sus ojos apenas es algo más que un vodevil. Se quedaron anclados en los Hermanos Álvarez Quintero, en la Andalucía costumbrista. Pero con mucha menos gracia.

TRANSPARENCIA

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