BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Sobre las propiedades intelectuales del autobús


Hace unos meses me encontré en el metro de Madrid con una estudiante de la primera promoción a la que di clase como profesor de universidad. Habían pasado cerca de treinta años. Le pregunté por su vida, por su carrera profesional, y ella me enseñó, orgullosa, una foto de su hija. De pronto me dijo: «yo sé que tú has sido diputado, pero ahora ¿dónde estás?», riéndome le respondí: «ahora estoy en el metro, como tú, y sigo siendo diputado».

Con bastante frecuencia se escuchan voces que dicen que los políticos tienen que pisar más la calle, que tienen que viajar en metro o en autobús, que tienen que estar más cerca de la gente para enterarse de verdad de lo que pasa. Son palabras que dicen lo mismo la gente de a pie que los máximos líderes, palabras que se dicen para la política y para las más diversas instituciones. Por ejemplo, hace unos días leí que hasta el Papa Francisco había dicho en Brasil «que me perdonen los obispos, pero la Iglesia tiene que salir a la calle». Antes que el Papa, los líderes políticos y los tertulianos vieran la importancia de pisar la calle, los griegos inventaron el mito de Anteo, un gigante que solo tenía fuerza mientras pisaba el suelo.

Conste que estoy muy de acuerdo con la idea de pisar la calle y todo eso. De hecho yo suelo usarla con frecuencia, la calle y la idea. Los que salimos del mundo rural para llegar a un barrio saturado de gente, sin zonas verdes ni equipamientos; los que somos hijos de la clase obrera; los que solemos usar el transporte público, tenemos, por fuerza, que defender el valor de nuestra experiencia vital. Ahora bien, tampoco hay que exagerar sobre las virtudes morales y pedagógicas de la pobreza. Que tu calle tenga aceras pequeñas y que el edificio de enfrente te tape el paisaje, y hasta la luz del día, te pone de muy mala idea, pero no te convierte en un experto urbanista. En el mejor de los casos te hace más consciente de los problemas, pero no suele ayudarte a encontrar las mejores soluciones.

La izquierda siempre tuvo un importante componente intelectual que se ha degradado bastante debido a una visión romántica y, paradójicamente, intelectualizada de la pobreza. Sentado en la biblioteca del Museo Británico, Marx nunca hubiera imaginado que, en el futuro, alguno de sus seguidores lo hubiera sacado de allí a empujones para reeducarlo en un campo de trabajo con objeto de mejorar algunos aspectos de su obra. Como buen usuario del transporte público, ya sé lo que da de sí en términos cognitivos, por eso cuando debo abordar un problema social de calado no me doy tres vueltas más en el autobús a ver si lo soluciono, sino que busco artículos, libros e informes solventes sobre el asunto. Viajar en transporte público es una solución para los problemas de movilidad, pero no ayuda a argumentar contra la política de becas del gobierno. Que, por cierto, no ha presentado ningún informe solvente para sostenerla, se ve que en los salones de las élites sociales tampoco abundan las lecturas.

TRANSPARENCIA

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