BLOGOSFERA

La generación de una presidenta
Los historiadores tenemos un problema de deformación profesional, y es que tal como avanzamos en el tiempo nos planteamos si vivimos un momento histórico. Esa percepción que cualquier otro hace lectura pasado los años, nosotros intentamos preverlo. ¿Y por qué digo esto? Pues porque ahora puedo asegurar, sin gran previsión y sin esperar a que los años avancen, que estoy viviendo un momento histórico. Que participo de un momento histórico.
Inmiscuido en decisiones de partido y como parlamentario, soy actor de un momento que marcar un punto de inflexión en la historia reciente de Andalucía, y por ende de España: la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía. Es, salvando el nombramiento del primer presidente electo, mi apreciado compañero Rafael Escuredo, la investidura más significativa de la vida democrática de Andalucía. Por muchos motivos: por ser mujer, por llegar de la decisión de las bases, por la complejidad del momento en todos los aspecto y, ello quiero destacar, por ser de una generación diferente al resto de los presidentes.
Otra generación, más distanciada de los sufrimientos de una posguerra y las esperanzas de una transición, pero más apegada a la desolación de una juventud, ya no tan joven, que se ha encontrado una democracia hecha pero sin las vivencias que se necesitan como referentes. Me decía un viejo profesor, en mis años de bachillerato, que hablarnos de la guerra Civil a aquellos chavales era igual que cuando le hablaban a él de la guerra de Cuba. Y es cierto.
Existe una gran parte de la población, esa que va de la recién mayoría de edad a los cuarenta y muchos que, en el mejor de los casos, tomábamos biberones en los últimos años del dictador, golpeábamos un balón con una camiseta del naranjito mientras Felipe González levantaba los dedos en símbolo de victoria o aprendíamos de malas ganas los doce países de la Comunidad Económica Europea, entre ellos España recién estrenado, en una EGB de aulas abarrotadas.
Esta mayoría de población, de la que formo parte, recibíamos desde el gobierno y desde el PSOE constantes explicaciones y reclamaciones sobre las conquistas de un Estado de Derecho que no valoramos considerablemente. Una gran labor pedagógica para hacernos ver lo que Andalucía ha avanzado en más de 30 años de políticas progresistas, aunque a veces esa labor cae en saco roto porque, como dicen los veteranos que nos recuerdan las luchas pasadas, somos los jóvenes, ya no tan jóvenes, los que seguimos sin valorar lo que tenemos al haberlo heredado. Y es verdad.
Sin embargo, igual que esta generación de los hasta cuarenta y muchos no terminamos de aprehender los mensajes de los veteranos, la generación de la posguerra y de los logros de la transición no puede atajar contundentemente, aunque los conozca, los grandes problemas actuales que afectan principalmente a una juventud desolada que se alarga hasta los cuarenta y muchos. Es una cuestión de empatía.
Y por eso Susana. Porque nadie mejor que alguien de esta generación para insuflar esperanzas, entusiasmo y motivación. Que los que gobiernan se identifiquen con la ciudadanía pero que la ciudadanía se vea reflejada en quienes gobiernan. Por eso Susana. Porque hay una generación, sin desmerecer otras, que se identifican con una presidenta que aglutina sus propias características: capacitada, comprometida con la igualdad, atrevida, fresca, sencilla, apegada a su tierra y joven. Susana Díaz tiene dos características más que estoy seguro aflorará entre los andaluces y andaluzas con ella como presidenta, y que nos hará volver a recuperar esa confianza perdida por la generación mejor preparada de la historia: su fuerza y su sonrisa.