BLOGOSFERA

El ejercicio del poder
Escribía Josep Ramoneda hace pocos días en El País, citando a Galbraith, que existen tres instrumentos para el ejercicio del poder: la amenaza, la recompensa y la persuasión, y añadía que en un Estado democrático es el Boletín Oficial del Estado, o su equivalente, el arma más poderosa de la que dispone el Gobierno.
Sea cual sea el nivel territorial que queramos mirar, los distintos boletines oficiales han venido recogiendo, de un tiempo a esta parte, medidas represivas de baja intensidad, destinadas a tratar de paralizar, frenar o mitigar los deseos de protesta ciudadana ante la crisis institucional y la constante toma de decisiones en contra de la sociedad y de sus personas más vulnerables y a favor de los grandes intereses económicos. Una de las joyas de la nueva burocracia represiva es la nueva Ordenanza de Convivencia del Ayuntamiento de Madrid, que pretende multar con cantidades importantes a quienes pidan limosna en las puertas de los supermercados o busquen comida en la basura. Si nada lo impide, se aprobará a principios de 2014 y supone una nueva vuelta de tuerca al ejercicio del poder sólo desde la amenaza.
A estas medidas locales puede sumarse el nuevo Código Penal del centrista Alberto Ruiz Gallardón, que promete mano dura con los manifestantes y con quienes convoquen concentraciones o protestas. No deja de ser curioso que se aplaudan a rabiar las primaveras árabes y al mismo tiempo se condene nunca mejor dicho- a la sociedad española a un largo invierno de sumisión y silencio. Veremos cómo termina la cosa.
Decía Albert O. Hirschman el gran politólogo fallecido el año pasado- que hay tres posibles respuestas humanas a los cambios económicos y políticos: la lealtad, la protesta o la salida (algo así como la emigración o el exilio). A los asesores del Partido Popular, que leyeron a Maquiavelo sólo a medias, les ha dado por facilitar y animar la emigración de los jóvenes, vendiéndola como una oportunidad, y por impedir o desincentivar cualquier posibilidad de protesta. De la lealtad no hablamos, porque visto lo visto ni sus propios votantes parecen ya leales a una forma de hacer política demasiado escorada hacia los poderosos y los intereses de toda la vida.
En su tratado sobre El Príncipe escribía Maquiavelo que a éste le resultaba preferible ser temido a ser amado. Hasta ahí leyeron quienes apuestan por esta represión de baja intensidad. Pero continuaba diciendo que nunca hasta el punto de ser despreciado u odiado. Poco debe importarle al displicente fumador de puros que aparenta gobernar España. Su hoja de ruta es inalterable. Y mientras menos le plantemos cara mucho mejor. Cuando ya no quede nadie, todo será para ellos. En ese momento, llegará la más absoluta y desértica lealtad.