BLOGOSFERA

Cuatro cafés sin dignidad
Esta mañana he ido a ver a mi padre. Se llama Salvador, tiene 73 años y una pensión de 499 euros. Ha trabajado toda la vida, desde los 4 años. Puede sonar a novela de Charles Dickens, pero os aseguro que es cierto. No sabe leer ni escribir. Una cosa va con la otra, ¿verdad?. Faltando un año y medio para su añorada jubilación como autónomo tuvo que cerrar el bar y dedicarse a mi madre que sufría una enfermedad degenerativa. Nadie le explicó que aquel año y medio sin cotizar le iba a suponer una pensión menesterosa cuando le llegara el momento.
Siempre fue un hombre de gran vitalidad. Nunca lo vi malo, no se lo podía permitir. Entre sus primeros oficios estaba el de polvero aspirando limaduras de cemento, arcilla y amianto. Pasó madrugadas a la intemperie para tirar de la barca, se prestaba a faenar a destajo, cargó como un mulo y trabajó 16 horas todos los días de la semana para mantener un pequeño bar en propiedad. Las enfermedades llegaron, claro, de mayor. Un cáncer de colon cuya extirpación trajo consigo problemas como la incapacidad de la vejiga y el mal funcionamiento de los riñones le ha marcado la vida. Tiene un colostoma, es una bolsita donde se depositan las heces directamente desde los intestinos. Y una nefrostomía realizada para que directamente desde los riñones la orina se deposite en otra bolsita. Tenía dos pero una se eliminó al dilatarse completamente el riñón. Esto hace que las visitas a la farmacia sean frecuentes. Hay que adquirir un aparatito para el colostoma, bolsas de colostomías, bolsas para las nefro, y pañales para disimular y albergar la orina que aún sin control pasa por la uretra. A esto le acompaña los dolores y el control de los dolores, parches de morfina que suaviza las punzadas que siente en el recto. Y por supuesto, la lista de pastillas que le permite seguir con el día a día: Tranquilizantes, antidepresivos y, como decimos vulgarmente, píldoras para el azúcar y la tensión. Se me olvidaba el protector gástrico para hacer leve tal bomba en el estómago. Os podéis imaginar lo que significa esto para quién nunca probó una aspirina (de ahí los antidepresivos) por eso miro con desdén a quienes culpan a los jubilados de malgastar medicamentos.
Mi padre cobra 499 euros al mes. En enero cobró 508, como el año anterior. Recibió una carta en la que decía que le subían la pensión para recibir otra inmediatamente después donde le comunicaban que le reducían algo relativo al IRPF. Mi padre no entiende. Sólo sabe que cobra nueve euros menos y le dijeron que la "paguita"se la iban a subir.
Vive en una casita en propiedad, un bajo, lo que en antaño fue su bar. Está en contacto con los vecinos y le gusta el barrio. Pagaba 400 euros de "catastro" y este año recibe la noticia de que el ayuntamiento le iba a bonificar el IBI un 10% por ser una vivienda cuyo valor es menos de 100.000 euros. Su sorpresa es que la bonificación es sobre la subida de un 30% que llegará a ser tres veces más en solo 8 años. Lo que él creía que era una rebaja ha significado 160 euros más. La luz sube y el agua se pone a precio de aceite de oliva, y no tiene bonificación, porque para tenerla debes estar en el umbral de la pobreza y tener un abogado que te lo trabaje y verifique. Casi 100 euros de luz, increíble, un termo pequeñito, una lavadora de la prehistoria, una estufa de resistencia, iluminarse y poco más. Y dicen que vuelve a subir. El agua para una persona ha pasado de veinte euros a casi el doble. Y la bombona de gas creo que anda por 16 euros.
Los productos de la limpieza, algo de carne, de agua, de verduras, de legumbres. Los "polvos" de la lavadora... Él se mueve por el barrio porque moverse más allá no se lo puede permitir. Incluso para ir al hospital acude a la familia porque un taxi significaría no llegar a final de mes. Y ahora la medicina. El 10% hasta 18 euros al mes. Pagando todo para que después mi padre, sin saber leer ni escribir, gestione la devolución de lo que exceda. No va a gestionar nada, y lo que es peor, tendremos que estar encima de él porque no querrá comprar medicamentos que necesita porque quizá luego no pueda pagar otras cosas (es la mentalidad de una generación de la posguerra).
Me niego a sumar todo lo expuesto antes. El IBI, la luz, el agua, el butano, el nuevo impuesto en Marbella de saneamiento, los productos de limpieza, la comida, los productos de aseo... Me niego a sumarlo y restarlo a los 499 euros que cobra. Sé que no cuadra. Llega a fin de mes porque tiene a sus hijos, pero no todos los jubilados tienen a sus hijos, y algunos hasta con ese dinero y una varita mágica ayuda a los hijos y nietos golpeados por la crisis.
Mi padre sólo se permite un vicio. Va todas las tardes a la asociación de vecinos a jugar con los amigos al dominó. Se toma un descafeinado que cuesta 80 céntimos. Ese descafeinado le supone dos hora de exhorto, de divertimento, de olvidarse de todo. 80 céntimos por 24 días del mes que va a jugar su partida son 19 euros, uno más de lo que tendrá que pagar por estar enfermo y necesitar tratamiento.
"Son 8 euros, son sólo 4 cafés". Así de fácil zanjó el tema un ministro tan lejos de la realidad como de la sensibilidad humana. Aquellas risas de los 80 céntimos del café de un presidente cuando dijo su precio Zapatero se torna ahora en una odiosa prepotencia de los dos euros que el ministro cree que le cuesta un café a un jubilado. Señor ministro, un jubilado con 8 euros es capaz de preparar el menú de un día para su familia y el de una semana para él. Usted con el patrimonio de este país no sólo es incapaz de recuperar nuestra economía sino de mantener un mínimo de dignidad con sus actuaciones y declaraciones.