BLOGOSFERA

Periodismo y democracia
La editorial Debate ha reunido a doce reporteros y les ha hecho escribir sobre la crisis del periodismo, en especial sobre la información internacional. El libro tiene el título de un programa de la Milá, tan de moda en estos tiempos nudistas ("Queremos saber"), y su contenido está a la altura de sus autores: desde Enric González a Marc Bassets, pasando por la televisiva Pilar Requena. Javier Martín, de EFE, ha puesto una de las frases más destacadas ("el silencio del mensajero es también la muerte lenta de una sociedad libre"), y en general de su lectura se desprenden algunas interesantes reflexiones.
La relación de los políticos con el periodismo es, en el mejor de los casos, binaria, por no decir primaria. Lo habitual es caer en un cierto maniqueísmo absurdo, según el cual divides a los medios de comunicación en buenos y malos según te traten personalmente o según se acomoden a lo que piensas. Lo normal sería establecer una relación mucho más poliédrica, apreciando todo lo bueno y rechazando todo lo malo del periodismo vigente. Destacando lo que arrojan de luz los medios no tan afines a nuestras ideas, y relativizando los elogios bien pagados de las cabeceras más cercanas a la causa.
Hay buenos periodistas y malos periodistas, de la misma manera que hay buenos y malos políticos y buenos y malos ciudadanos. Pero creo que todos debemos coincidir en la importancia de la libertad de prensa y del ejercicio responsable del periodismo. No puede haber discusión sobre la contribución de los medios de comunicación a la democracia, precisamente porque la Historia está llena de ejemplos en sentido contrario. Y aunque también los medios tengan sus rendijas -desde el amarillismo hasta el populismo más vergonzoso-, lo cierto es que una de las señas de identidad de una democracia es precisamente la existencia de medios de comunicación independientes capaces de fiscalizar los abusos de los poderes tradicionales.
En este sentido, hay que convenir que la crisis del periodismo afecta a la democracia y es uno de los síntomas de la crisis del gobierno del pueblo. No hay opinión sin una información previa veraz y rigurosa. Y en un contexto de crisis económica, de precariedad laboral, de cierre de cabeceras y de sueldos miserables, a cada vez menos gente parece importarle la calidad de la información y el contenido de periódicos, revistas, programas de radio o informativos de televisión. Y es que la calidad tiene un precio, también en el mundo de la información, y no es lo mismo, ni puede serlo, un reportaje encargado a un periodista incisivo y veterano que el encargado a un estudiante barato y recién salido de la universidad, con todas las consecuencias que eso conlleva.
La solución a la crisis económica que azota a los medios y a su encrucijada digital no parece fácil. En una conferencia reciente, uno de los más destacados periodistas españoles apostaba por la suscripción y el pago. Acceso en todo momento, desde cualquier sitio. Ese parece ser el modelo. Un modelo que permitirá que la buena información llegue sólo a quien esté dispuesto a pagar por ella, además de poder hacerlo. Un modelo que parece más próximo al mundo financiero que al mundo real. Un modelo que confunde a los ciudadanos con inversores bursátiles o partícipes en hedge funds. La gente de a pie deberá entonces conformarse con los medios públicos -no siempre independientes, visto lo ocurrido con TVE desde la llegada de Rajoy, y además abocados a recortes presupuestarios- o con medios baratos y enfocados a un mercado de masas poco atento a la calidad de sus contenidos. Un escenario donde muy pocos ganan y casi todos perdemos.