BLOGOSFERA

Fuensanta Lima Cid

Construir igualdad para destruir la violencia


Semana complicada. Siempre, y cansinamente, he explicado que los días conmemorativos, deben ser momentos de reflexión y reivindicación, desde la creencia que si año tras año se sigue conmemorando es porque las cosas no han cambiado.

Domingo por la tarde, busco un rato de sosiego para poder expresar en este espacio que tengo la suerte de cubrir, desde la humildad de no ser una periodista, sino una simple contadora de la realidad que vivo y me rodea, sobre que escribir, aunque en realidad ya sabía cual sería el tema. Desde que escribí el pasado artículo una cifra ronda mi cabeza: 46. Pero detrás de las cifras hay muchos más datos para analizar, ya que tras este número hay 46 personas, 46 mujeres asesinadas por violencia de género. Las Naciones Unidas (ONU) definen este término como ‘uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto del hombre’ (Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la Mujer; Naciones Unidas. 1993).

Piedad, Eva, Carmen, Irina… y muchas otras por desgracia que merecen que se honre su memoria, no tratando su caso en televisión con la imagen de una picadora de carne (como sucedió en la televisión pública de Castilla La Mancha), ni con libros donde se propugne la sumisión de las mujeres (como el del obispo de Granada), sino con el respaldo político para no hacer que vuelva a estar entre cuatro paredes lo que es un terrible problema público. Un problema que necesita ser abordado abiertamente, muy en serio, debidamente presupuestado para que lleguen los recursos a ellas y sus hijos e hijas en medidas como prevención, protección, acompañamiento y salida.

Me paro a leer el relato de cada una de esas terribles tragedias, todos ellos con factores comunes. Primero la negación de lo que está ocurriendo, el convencimiento de que todo puede arreglarse, que lo mejor es arreglarlo dentro de la casa. Piden socorro en el mejor de los casos cuando ya hay mucho dolor atrás y esperan que se las acompañe a cruzar hacía una vida libre de violencia. Esas victimas también piden protección, recursos para valerse por sí mismas, pero en muchos de los casos ni sale de la casa ni se denuncia, y pasa lamentablemente a elevar el número de víctimas anuales.

Esta semana he tenido la oportunidad de salir con otras compañeras y compañeros, utilizando como única herramienta un simple lazo y una explicación, con la pausa que da el trato cercano, de porqué se lo colocaba en la solapa de su chaqueta. Con mucha tranquilidad para dar tiempo a que las palabras diesen sentido al gesto.

Te encuentras con jóvenes que sienten pudor, se ruborizan cuando se los colocas, con mujeres y hombres que lo lucen con orgullo, pero por desgracia también con hombres y mujeres que piensan que escondemos otra cifra, las víctimas masculinas. Y yo me pregunto, ¿cuántas? Les das datos fundamentados, provenientes de estamentos serios y profesionales, y siguen convencidos y convencidas de que defienden lo justo. Es en ese momento, y sólo en ese momento, cuando sientes que se está retrocediendo en la sensibilización, que se ha perdido la conciencia de trabajar en pro de la igualdad para evitar la violencia.

Decía Concha Caballero, en uno de sus últimos artículos, que es necesario que sean los hombres quienes se indignen y condenen la violencia de género, que debe mostrarse a la sociedad otro modelo de masculinidad, que existe, algo en lo que estoy totalmente de acuerdo. Otro artículo repasado nos habla de la necesidad de contar con el apoyo de la familia a la hora de ayudarla a dar el paso de la denuncia, totalmente de acuerdo.

Definitivamente, es una suma de coeducar desde nuestras escuelas, de condenar pública y enérgicamente lo que debería ser un problema de todos y todas, de sacar de la esfera privada lo que debe ser tratado desde el espacio público, de advertir qué ofrecen las administraciones para erradicar esta terrible lacra. Además, los medios de comunicación deben detenerse para generar desde sus espacios sensibilización y no sensacionalismo. He terminado escribiendo de aquello que mi mente y mi alma, además de mi responsabilidad, me pedían, hablo de construir Igualdad para destruir violencia.

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